La bravata se transformó ayer en una severa acción de poder. Sin explicar qué pasos concretos tendrá que dar México para revertir la sanción, Trump informó que, a partir del martes, se cobrará un 25% de impuesto (arancel, tariff) a todos los productos y bienes mexicanos que entren al mercado de Estados Unidos. Apenas el miércoles, la presidenta Sheinbaum afirmaba que eso no iba a ocurrir. Ocurrió. La Presidenta dijo ayer que México no quiere ir a una confrontación con Estados Unidos, pero adelantó que, en respuesta, ha ordenado imponer aranceles a los productos y bienes estadunidenses que entren al mercado mexicano. Añadió que el respeto a la soberanía nacional “no es negociable”. Trump escribió que cumplía una promesa de su campaña electoral, ya que México poco había hecho para detener “la avalancha” de migrantes ilegales y el tráfico de drogas. Y como presidente de Estados Unidos acusó al gobierno mexicano de tener una “alianza intolerable” con los grupos criminales que tanto dañan a su país. La presidenta Sheinbaum respondió que eso era una calumnia y contragolpeó: “Si en algún lugar existe tal alianza es en las armerías de Estados Unidos”. Así se fue el temido sábado 1 de febrero.