Temple y templanza son dos cualidades que deberá mostrar Claudia Sheinbaum para enfrentar los retos que se avecinan para su presidencia. De entrada, estaría obligada a vender una imagen de estadista y que la compre esa población medianamente informada. El problema es que hasta ahora vemos en el actuar de la presidenta una simbiosis política: Esa una al exterior y otra muy diferente al interior.

Son dos lenguajes diferentes, el de los discursos y el de su conducta.

Por eso la congruencia debería estar entre sus prioridades.

Los ejemplos están a la vista: Vimos a una Claudia negociando con Donald Trump en el tema de los aranceles y a otra en Querétaro al conmemorarse un aniversario más de la Constitución, sin la presencia de la titular del Poder Judicial. Fue como ver a una República mocha.

Podría decirse que Claudia Sheinbaum está atrapada entre dos espadas afiladas.

Por un lado, en su propio partido los miembros más radicales ven en las tensiones con Estados Unidos una oportunidad para romper lazos con el T-MEC y acercarse al BRICS por pura ideología. Por el otro, la Casa Blanca, con sus propias exigencias y presión constante.

Dentro de su gabinete parecen existir dos equipos. El primero es el real, el que toma decisiones frías, calculadas y pragmáticas: Combate el narcotráfico, elimina el candado al maíz transgénico y, en general, da la impresión de un gobierno bien dirigido. Luego está el otro equipo, el puramente ideológico, cuya función es fabricar discursos y pretextos para que las decisiones del primer equipo no se perciban como “neoliberales fifís” y así mantener el respaldo de la base radical morenista.

El verdadero problema para Sheinbaum es que el plazo de 30 días que le otorgó Trump para evitar los aranceles se agotará, y entonces, ¿qué sigue? Trump pedirá más y más. Esa estrategia extorsionadora es perfecta para él, pero deja a Sheinbaum peleando desde las cuerdas. Si no se deshace de esa bomba de tiempo, no podrá gobernar.

Aquí es donde vemos la simbiosis política de Claudia. En biología existen vínculos entre distintas especies, como medio de subsistencia. Es la simbiosis. En política, obviamente, también existe este fenómeno para subsistir.

En Sonora, simbiosis es un término que puso de moda Samuel Ocaña García como gobernador, allá por los años 80 del siglo pasado. Utilizó la palabra en alusión a un conflicto político de la época. Recordamos que de inmediato todo mundo se fue a los diccionarios para comprender el contexto de la crítica real del gobernante, médico de profesión, por lo que la palabra le resultaba familiar.

Hoy, simbiosis se puede aplicar perfectamente al actuar de Claudia Sheinbaum. Al final debería emerger una personalidad congruente. Los discursos y la conducta deben ser un mismo lenguaje.

 

 

José Luis Parra

José Luis Parra es un periodista con más de 40 años de experiencia en medios locales y en Notimex. Fundador de SonoraPresente y autor de la columna Bisturí.

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