En la primera entrega de esta serie hablamos sobre cómo la guerra cultural ha sustituido a los debates políticos tradicionales.

¿No se ha dado cuenta de que la política parece cada vez más un show?

En lugar de discutir sobre lo aburrido y tradicional, hoy los enfrentamientos políticos giran en torno a la identidad, los valores y la percepción del mundo. Y mientras la derecha ha sabido venderse como la nueva rebeldía, la izquierda ha cometido el peor error posible: perder la conexión con la gente.

La izquierda dejó de ser el movimiento de los trabajadores, de los sectores marginados, de quienes buscaban una representación auténtica. En algún punto, la lucha social se convirtió en una élite intelectual hablando desde el privilegio, con un discurso cada vez más alejado de las preocupaciones reales de la mayoría.

Si antes los partidos de izquierda defendían salarios justos y condiciones laborales dignas, ahora han sido secuestrados por la corrección política y las luchas simbólicas que, aunque importantes, no resuelven el hambre ni la inseguridad.

Mientras la derecha se apropió del discurso de la libertad y la lucha contra el sistema, la izquierda se volvió la defensora del status quo, de las grandes corporaciones que llenan sus manuales de “gobernanza inclusiva” mientras pagan sueldos miserables. Y así, la izquierda se ha convertido en el nuevo establishment.

En América Latina, los autodenominados gobiernos progresistas han terminado gobernando con las mismas recetas neoliberales que tanto criticaron. La izquierda perdió su esencia porque cambió el enfoque: de lo material a lo simbólico.

Sin embargo, aquí hagamos un paréntesis con México, es el caso especial. Quizá por todo esto que le comento, López Obrador no agregó lo “Woke” de la cultura gringa a su paquete ideológico.

Acertado sería si gracias a eso se mantuvo cerca de la clase marginada de México, la cual es el target más grande de este mercado electoral.

En Argentina, el kirchnerismo se desgastó defendiendo relatos ideológicos en lugar de enfrentar la crisis económica, dejando la puerta abierta para que Milei emergiera con su mensaje de ruptura total. Y en Estados Unidos, los demócratas han pasado de ser el partido de los trabajadores a ser el partido de Silicon Valley, Hollywood y Wall Street, perdiendo terreno en la clase obrera que, paradójicamente, cada vez vota más por los republicanos.

El obrero ya no es zurdo.

La izquierda nació con la clase obrera.

Karl Marx definió la lucha de clases como el motor de la historia, y en el siglo XIX tenía sentido: los obreros eran explotados en fábricas, sin derechos laborales ni acceso a servicios básicos. El socialismo emergió como una respuesta a esa injusticia, buscando una redistribución de la riqueza y condiciones de trabajo dignas. Durante décadas, la izquierda representó esa causa.

Pero los tiempos cambiaron.

La industrialización dio paso a una economía basada en servicios y tecnología.

La clase obrera de las fábricas ya no es la mayoría, y en su lugar, emergieron trabajadores de oficina, profesionistas independientes y emprendedores. La izquierda, en lugar de adaptarse a esta nueva realidad, se aferró a un discurso del pasado y se obsesionó con temas culturales que no resuelven los problemas del ciudadano promedio.

La gente está cansada de que la izquierda se ocupe más de debates sobre pronombres que de garantizar empleos dignos. No es que la población se haya vuelto ultraconservadora de la noche a la mañana, es que cuando hay problemas reales como inflación, inseguridad o falta de oportunidades, las batallas culturales quedan en segundo plano. La derecha lo entendió y lo capitalizó.

El progresismo actual se enfrenta a su propia crisis de identidad.

Se quedó atrapado en la burbuja de las redes sociales, de los trending topics, de la indignación inmediata. Pero en el mundo real, en la vida de la gente común, los temas que defiende no mueven el voto ni generan esperanza.

Mientras no reconecte con la realidad, seguirá perdiendo terreno.

¿No le recuerda a la oposición mexicana, los errores cometidos por los partidos de izquierda en el resto del mundo?

El viernes cerraremos esta serie con la última entrega: ¿cómo podría la oposición mexicana aprovechar este vacío?

¿Por qué no ha sabido capitalizar la guerra cultural como en otros países?

Los invito a leer el desenlace.

Juan Luis Parra

Juan Luis Parra es licenciado en Mercadotecnia, diseñador web y programador con más de 8 años de experiencia. Director de SonoraPresente y fundador de AgenciaSP, actualmente lidera proyectos de publicidad y diseño en varias industrias. [email protected]

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