MEXICALI. Recorrer estos tramos de la frontera norte confirma que el momento que estamos viviendo, sobre todo en la relación con Estados Unidos, está marcado por más grises de los que en muchas ocasiones se supone.
Si recorriendo Tapachula en días pasados la norma era una frontera mucho más tranquila y con menor movimiento de lo que habíamos visto en las ocasiones en las que la visité el sexenio pasado, en el norte existe una suerte de calma tensa, pero tampoco vemos que la situación se esté saliendo de cauce: hay relativamente los mismos deportados que antes, el movimiento en la frontera es el normal y no se han dado hechos de violencia notables.
Se podrá argumentar, y es verdad, que estamos en un momento que está marcado por la propia situación, por la especie de tregua que se ha establecido entre la presidenta Claudia Sheinbaum y Donald Trump. Es así, pero también es consecuencia de una realidad, de la profundidad de la relación, la codependencia que existe en toda esta frontera entre Estados Unidos y México. Son, en todos los puntos de entrada y salida, innumerables los trabajadores que cruzan a todas horas del día la frontera para laborar del otro lado, son innumerables los estadunidenses que vienen a comprar a este lado de la frontera, que usan servicios médicos y dentales más baratos que los suyos, que en uno u otro sentido de la línea limítrofe comercian, compran, venden y trabajan.
Es una verdad políticamente incorrecta, pero cuando se habla de una situación crítica en la frontera, por lo menos hasta el día de hoy, no se la ve. De Tapachula a Mexicali hay casi cuatro mil kilómetros, cruzando buena parte de la geografía del país, y no puede haber fronteras más distintas: mientras que en el Suchiate, en un ambiente tropical, un control estricto es casi tan imposible, en Mexicali y toda esta zona de la frontera, el muro es una realidad intangible, tanto como las estrictas medidas de seguridad que controlan la entrada y salida de personas en estas ciudades rodeadas de desiertos.
Pero no todos los desiertos son iguales: sobre todo desde el aire se comprende porqué tantos se juegan la vida para cruzar esta frontera. Es el mismo desierto, pero de aquel lado florecen cultivos, bodegas, canales de agua, campos de células fotovoltaicas, y de éste la pobreza asoma incluso en las zonas más prósperas. Hay demasiada distancia a simple vista y ante ello no hay discurso soberanista que valga, hemos quedado muy atrás en el desarrollo bilateral.
Es una demostración más de que estamos todavía muy lejos, pese a 30 años de libre comercio e integración, en aprovechar plenamente la relocalización de empresas, las inversiones que pueden llegar a toda esta frontera norte. Y quizás no terminan de llegar por falta de estímulos y por las carencias que se ven a simple vista. Todo eso se puede y se debería transformar, y para eso hay que liberar las potencialidades del mercado, sobre todo en estas regiones tan propicias para inversiones conjuntas. Y garantizando la seguridad.
Ayer comenzó la movilización de los diez mil elementos de la Guardia Nacional de acuerdo con el convenio que establecieron Sheinbaum y Trump. Se suman a los miles que ya están tanto en la frontera norte como sur.
La Guardia Nacional aún con sus 130 mil elementos, actúa en el límite de sus capacidades, realiza 15 mil operaciones diarias en todo el país y como dijo ayer la Presidenta, esa movilización extra no deja desprotegida a otras regiones, pero lo cierto es que hay que avanzar mucho más y más rápido en consolidar y hacer crecer la GN hasta los 190 mil elementos que se propuso la actual administración y también deben comenzar a renacer, transformarse, crearse en muchos lugares, las fuerzas policiales locales, estatales y municipales. La GN no puede reemplazar esas capacidades desde un ámbito federal.
La presencia de la Guardia Nacional en ambas fronteras y su coordinación con el Ejército y Fuerza Aérea confirma que sí se debía realizar la reforma constitucional que la incorpora a la Defensa. Quienes venimos cubriendo desde hace años las actividades de seguridad, podemos ver que esa coordinación es más real, más palpable que nunca antes. Ése es un logro que se debe aquilatar y que debe ser muy útil a la hora de planear operaciones, como el despliegue que se está llevando a cabo en estas horas en las fronteras, y en la coordinación del gabinete de seguridad.
Decir en plena vorágine trumpiana que la frontera norte se percibe relativamente tranquila, cuando se habla de deportaciones masivas, razias, de envíos de migrantes indocumentados a Guantánamo o cuando se puede ver la intoxicación a la que someten a sus audiencias ciertas cadenas de televisión, redes sociales o influencers, sobre todo del otro lado de la frontera, pero, en ocasiones, también en éste, puede sonar un poco inverosímil.
Pero el hecho es que en ambas fronteras, la norte y la sur, con todas las vicisitudes que se viven cotidianamente, existe una especie de calma que no había visto en bastante tiempo. Claro, todo esto puede ser también una suerte de caldera con mucha presión que podría explotar en cualquier momento, pero pareciera que se están tomando las medidas necesarias para liberar la presión justa como para evitarlo. Ojalá así sea.