A partir de mañana, martes 4 de enero, Estados Unidos nos clavará los aranceles. Sheinbaum siempre dijo que tenía un plan. Lo que nunca dijo cuál es.
Lo único que realmente planearon fue su nado sincronizado en redes para contrarrestar la narrativa. Propaganda, le dicen.
La red de mal llamados bots —que en realidad son tuiteros outsourcing, contratados mediante becas— se dedicó a afirmar que las acusaciones de la Casa Blanca no fueron contra el gobierno de López Obrador ni el de Sheinbaum, sino contra Calderón por el caso de García Luna.
Luego, este domingo, comenzaron a envolverse en la bandera nacional como niño héroe, llamando a consumir productos “100% mexicanos”.
Ninguna de las dos arengas prendió. Se están quedando sin simpatía.
La gente, naturalmente, le cree más a la Casa Blanca que a Palacio Nacional.
Los gobernadores, en su papel de levantadedos, no saben qué hacer. Su disciplina les impide buscar soluciones propias, pues temen salirse del renglón.
Temor.
Temor es lo único que sostiene al gobierno de Sheinbaum. No tiene legitimidad a los ojos de sus iguales en el Legislativo ni dentro de su propio partido.
Ningún gobernador ha sido realista con el impacto que tendrá esta guerra comercial que Sheinbaum comenzará si responde con aranceles a Trump.
El golpe a nuestro país no será parejo.
Chihuahua (144.6%), Coahuila (111.2%) y Baja California (97.8%) son los estados que sufrirán el mayor impacto por los aranceles de Trump. Sus economías dependen casi por completo de las exportaciones, por lo que cualquier freno al comercio con Estados Unidos afectará de inmediato la generación de empleo y la estabilidad financiera.
También en el norte, Tamaulipas (83.2%) y Sonora (50.3%) enfrentarán efectos graves, aunque con algo más de margen.
En el Bajío y centro del país, Aguascalientes (61.4%), San Luis Potosí (55.4%), Guanajuato (49.9%), Querétaro (49.9%), Nuevo León (48.3%) y Puebla (40.8%) tienen economías con una participación significativa en las exportaciones. Sin embargo, al no depender de ellas en más de la mitad de su PIB, podrían resistir un poco mejor que los estados fronterizos.
Aun así, el golpe será fuerte para el sector automotriz y manufacturero, principales motores económicos de la región.
Más al sur y sureste, los efectos serán menos pronunciados, aunque no inexistentes. Tabasco (32.3%), Zacatecas (27.2%), Tlaxcala (25.7%), Jalisco (19.0%), Morelos (16.7%), Michoacán (16.7%), Durango (16.4%), Estado de México (16.1%) y Veracruz (14.7%) tienen economías con menor dependencia de la exportación, pero sufrirán daños indirectos por la caída en la producción industrial del país.
Finalmente, los estados con menor participación en exportaciones y, por lo tanto, con menor impacto directo de los aranceles son Hidalgo (13.6%), Colima (12.6%), Sinaloa (9.3%), Yucatán (7.5%), Chiapas (6.6%), Guerrero (6.1%), Oaxaca (5.2%), Baja California Sur (2.9%), Nayarit (1.7%), Ciudad de México (1.7%) y Quintana Roo (0.3%).
La mayoría de estos estados tienen economías más orientadas al turismo, servicios o producción interna, por lo que su afectación será más moderada.
A pesar de la diferencia en impacto entre las regiones, el daño a nivel nacional es innegable. Y sin una estrategia clara por parte de Sheinbaum, los sectores industriales y exportadores quedan expuestos a una crisis económica grave.
A mí no me tocó, pero seguro debió haber sido bonito aquel optimismo que tenían los mexicanos hace 40 años con el TLC.
Hoy estamos frente a punto de inflexión del TMEC.
Las acusaciones contra Palacio Nacional por sus vínculos con el narco son gravísimas. Si son falsas, México debería demandar por difamación. Si callan, confirman el rumor.
Y mientras tanto, los que gobiernan creen que comprar en Soriana en lugar de Walmart es patriotismo.
No entienden la globalización. No saben lo que costó llegar hasta aquí: Oxxos y McDonalds por todos lados, autos del año en las agencias, carne y legumbres en los supers.
Tampoco saben lo que es un bloqueo comercial o un México sin tratado de libre comercio.
Espero que no lo sepamos y que esto solo sea una dura negociación.
Nos gobierna el miedo y el precio está por cobrarse.