No fueron necesarios gritos de guerra, entonar el himno ni envolverse en la bandera. Había que hacer política. El acuerdo logrado por la presidenta Sheinbaum con Donald Trump, después de su plática telefónica en la mañana de ayer, es una buena demostración de lo que hay que hacer en la relación con la nueva e imprevisible administración estadunidense ante las demandas sobre seguridad, migración y comercio: movilizar elementos de la Guardia Nacional para frenar migración y tráfico de personas y drogas, sobre todo fentanilo; utilizar la declaratoria que hace Trump de los cárteles como grupos terroristas (lo que literalmente obliga a perseguir la venta de armas a esas organizaciones) y establecer mesas en seguridad y comercio que, en los hechos, llevarán a renegociar anticipadamente el T-MEC, que cada vez más parece que terminará siendo una suma de acuerdos bilaterales, al tiempo que se establece, eso irá de la mano con el T-MEC o de nuevo acuerdo, un convenio bi o trinacional de seguridad, que irá mucho más allá de cualquiera de sus antecesores.
Hay un mes para demostrar que la administración de Sheinbaum está avanzando en esos temas. Tiene elementos que exhibir y mostrar: los golpes a las principales organizaciones criminales, en los que aún falta por lograr detenciones que sean de mayor impacto; un gabinete de seguridad confiable, eficiente y que ha dejado de lado desde el día uno la estrategia de abrazos, no balazos; una relación militar, de ejército a ejército, muy aceitada con las fuerzas armadas estadunidenses, y resultados creíbles en la frontera: como dijo la Presidenta, el número de cruces es sustancialmente más bajo mes con mes desde el inicio de la administración.
La semana pasada estuve en Tapachula y pude comprobar una disminución notable de tráfico de personas: existen los cruces normales, hay una fuerte presencia de Guardia Nacional y la zona parece tranquila. Hay, adentrándose mucho más en la frontera sur, áreas más complejas (en un puesto llamado El Talismán, cuentan que los traficantes de personas en Guatemala, a los migrantes que no les quieren pagar, los despojan hasta de sus ropas y los envían desnudos, o casi, a México) pero las corrientes centrales de ese tráfico parecen estar controladas.
Es imprescindible un convenio de seguridad que supere con creces la Iniciativa Mérida y el Acuerdo Bicentenario para tener mucha más estabilidad y confianza mutua en estos temas, y para tener más éxito en el combate contra un crimen que tiene orígenes nacionales, pero que se ha convertido en un fenómeno regional y global. Un convenio con intercambios institucionales, formales, de inteligencia y de capacidades operativas se puede y debe concretar, tiene que ser una suerte de tratado paralelo al de comercio en términos de seguridad.
Todo eso está muy bien. Pero viene la otra parte, lo que Trump llamó la intolerable alianza con los grupos criminales. Como dijimos, no está involucrando en ello ni a la presidenta Claudia ni a su equipo de seguridad, pero es indudable que es una denuncia dirigida a la anterior administración y a personajes actuales. Decíamos ayer que hay temas que se sabe que están ampliamente investigados por agencias de la Unión Americana: como el de Sergio Carmona y las elecciones en Tamaulipas, Michoacán y Sinaloa. Como lo demostró el operativo que acabó con la detención de El Mayo y Joaquín Guzmán (convertidos en testigos colaboradores de la justicia estadunidense, lo mismo que Ovidio Guzmán), deben saber mucho más sobre la operación del narcotráfico en México y las complicidades existentes y se abren dos posibilidades: ponerlo todo sobre la mesa en una concertación privada o hacerlo público, en cualquiera de los dos casos el gobierno federal tendrá que dar respuesta y actuar. Si no es así, todo lo demás se derrumbará y se estará invitando a acciones unilaterales en México.
No me gustaron del todo los mensajes, del sábado y el domingo, de la Presidenta, fueron demasiado largos y me parece que contestar una acusación con otra es un poco infantil. Se debe asumir que el problema existe, que es por lo menos bilateral, que en el caso del fentanilo se alimenta de productos que llegan de China para aprovisionar a los grupos criminales en México y Canadá (y existen también laboratorios en el propio Estados Unidos). Claro que EU tiene que hacer mucho más para romper la demanda y los distribuidores internos, lo mismo que para frenar el tráfico de armas, pero nosotros, como país, debemos acabar con un fenómeno que castiga, sobre todo y prioritariamente, a la sociedad mexicana: no olvidemos los cien mil muertos anuales por sobredosis de allá, pero tampoco a los 200 mil asesinados y 60 mil desaparecidos del sexenio pasado en nuestro país. Tampoco festinemos la fortaleza familiar y los bajos porcentajes de consumo de drogas, porque nos encontraremos con que el consumo en México es mucho mayor al que algunos creen (incluyendo el fentanilo) y la estructura familiar está mucho más lastimada de lo que se dice.
Sí me gustó el tono usado por la presidenta Sheinbaum, en los comunicados y en la negociación, la mesura en la forma, el fondo y las medidas, cómo se presentó y acordó las cosas con Trump, como las anunció en la mañanera. Creo, insisto, que ése es el camino que hay que recorrer.
Por cierto: ¿será verdad, como aseguran fuentes muy calificadas de inteligencia, de aquí y de allá, que semanas atrás, el gobernador Rubén Rocha fue interceptado en la carretera Mazatlán-Culiacán, por un numeroso grupo armado que neutralizó a su custodia y que lo retuvo algunas horas para que hablara con su jefe antes de dejarlo ir? A la mañana siguiente el gobernador voló a la Ciudad de México, donde permaneció dos días.