Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, pero también excelente columnista político, ha dejado The New York Times y revivido una newsletter personal para escribir sobre “economía y otras cosas”.

Veo, con alarma, que empezó muy rápido a recorrer un camino analítico respecto de Estados Unidos parecido al que muchos observadores mexicanos hemos hecho sobre México.

Después de un par de intentos de rebatir las razones dadas por Musk y Trump para achicar el gobierno, Krugman se disculpó por la ingenuidad de su enfoque. Todo lo que dicen Musk y Trump es falso, escribió, pero lo fundamental a registrar no es eso, sino la verdadera intención de sus actos.

Esa intención no es otra que “un intento de autogolpe” (en español en el original), con el que los latinoamericanos estamos familiarizados: el momento en que un gobernante, electo legítimamente, usa su posición para adquirir control total y eliminar las restricciones legales y constitucionales a su poder.

En efecto, a los latinoamericanos la noción de autogolpe nos resulta familiar. Es el momento del paso a la dictadura .

¿Qué hacer?, pregunta Krugman frente a lo que sucede hoy en Estados Unidos. Lo primero, dice, es reconocer la realidad y las palabras que la designan.

“Si mi uso de la palabra dictadura lo perturba a usted”, escribe Krugman, “si su primera reacción es decir, ¿no estaremos exagerando?, entonces usted es parte del problema. La crisis constitucional no es algo hipotético que vaya a suceder, avanza a toda prisa mientras usted lee esto”.

El autogolpe está en marcha, pero no está ganado, dice Krugman. La mayor parte de la oligarquía estadunidense, y todo el Congreso republicano, puede haberse rendido al imperio de Trump, pero queda mucho espacio de resistencia.

Aparecen jueces, protestas, derechos y escándalos que detienen el autogolpe, y un autogolpe aplazado puede ser unautogolpe evitado.

También esto nos suena familiar.

La verdad, alarma oír a Krugman hablando de su país en términos tan semejantes a los que muchos hemos usado aquí para hablar de lo que sucede en México.

Termina Krugman: “Trump no quiere Gaza, ni anexar Canadá, ni retomar el Canal de Panamá, ni apropiarse de Groenlandia. Sus anuncios locos están diseñados para distraernos del autogolpe en curso”.

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