Tres días para la toma de posesión de Donald Trump.
Tres gobiernos en Estados Unidos de alternancia.
Tres niveles de gobierno en México que siguen sin coordinarse.
La historia nos muestra patrones que parecen repetirse sin cesar. La caída del Imperio Romano, marcada por la corrupción interna y la incapacidad de responder a crisis externas, es un eco lejano que resuena en el presente y la Revolución Francesa, nacida del descontento popular ante la desigualdad.
Ante la amenaza del neoyorquino, todos los gobernantes que esperan el jugoso presupuesto, se dieron cita en el Encuentro Nacional Municipal, celebrado ayer en el World Trade Center de la Ciudad de México. El evento nos ofreció una muestra clara de cómo se habla de unidad mientras se ignoran los detalles que realmente la harían posible.
Por cierto, ¿notaron la ausencia de Alfonso Durazo, el gobernador de Sonora? En la lista de asistentes, repleta de celebridades y cargos, su nombre no figuró. Quizá fue casualidad, o quizá el reportaje que le sacó Loret de Mola donde se acusa un presunto conflicto de interés con una empresa china tuvo algo que ver. No ahondaré en detalles, pero no se preocupen, pueden leer el escándalo en nuestra portada de SonoraPresente.
Volviendo al evento, el Encuentro Nacional Municipal fue una verdadera pasarela. Lo más destacado fue que gobernadores de oposición cerraron filas con la presidenta Claudia Sheinbaum en defensa de la soberanía, porque ahora resulta que “unidos somos invencibles”.
La pluralidad fue el tema favorito, como si mencionar que “176 partidos políticos y 2478 municipios están representados” resolviera de golpe el eterno conflicto entre el centralismo y las necesidades locales.
El discurso oficial en ese recinto destiló optimismo. “Estamos listos y preparados”, afirmó Raúl Armando Quintero, del Instituto Nacional para el Federalismo. Listos para trabajar juntos, dicen, mientras cada orden de gobierno sigue ideologías sesgadas o intereses oscuros.
Lo histórico del evento se repitió tanto que terminó sonando hueco.
Porque, a ver, ¿cuántos diagnósticos y cuántos planes maestros más vamos a necesitar para resolver problemas básicos como la inseguridad?
Sheinbaum prometió caminos de paz. No suena mal, pero también se dijo que la seguridad empieza con “atención a las causas de la violencia”. Un estribillo que hemos escuchado desde hace años mientras las cifras de homicidios se estancan o aumentan.
Lo preocupante es la narrativa peligrosa que han adoptado los propagandistas del oficialismo. Horas antes del Encuentro Nacional Municipal, desde la conferencia mañanera, surgieron las preguntas sugeridas: ¿Son traidores a la patria los columnistas críticos que piden intervención extranjera? El planteamiento, tan incendiario como simplista, busca trazar una línea entre quienes son “patriotas” y quienes, según ellos, conspiran contra la nación.
Esta narrativa no es nueva, pero sí es preocupante su normalización.
En un país con una historia tan marcada por el autoritarismo, que desde el poder se insinúe que disentir es traición es, cuando menos, peligroso.
La patria no es propiedad de un gobierno ni de una ideología. La patria es una construcción colectiva que no puede sostenerse en la igualdad forzada ni en el silencio cómplice.
Querer a México no es alabar a sus gobernantes, sino señalar sus errores. No es callar frente a la corrupción, sino exigir rendición de cuentas. Y no es, definitivamente, trazar falsas dicotomías marxistas que nos dividan más de lo que ya estamos. ¿O acaso traicionar a la patria no es también desviar recursos, ocultar irregularidades o mirar hacia otro lado frente a las injusticias?
El libro de Marx y Engels sigue enseñando a dividir países; parece que lo han vuelto a tomar como referencia en Palacio.
En el sexenio pasado eran fifís contra chairos; hoy, traidores a la patria contra verdaderos mexicanos.
Señalar las fallas del gobierno no es un acto de traición, es un acto de amor a la patria.
Porque callar, consentir y justificar lo injustificable también es traicionar a México.
Amar a México es enfrentar la verdad, aunque incomode, y defender su dignidad, aunque duela.
Pero qué sabré yo.
Al final, solo sé que no sé nada.
Disfruten el fin de semana; nos leemos el lunes.