Desde hace meses, Noelia Mujica, una joven de 24 años originaria de Maracaibo, Venezuela, vive en la incertidumbre tras huir de la represión del gobierno de Nicolás Maduro. Su activismo estudiantil y su participación en marchas contra el régimen la llevaron a prisión, lo que la obligó a abandonar su país.
“Yo a Venezuela no puedo regresar. Si regreso, soy una traidora para el gobierno”, afirmó Noelia, quien ahora se encuentra varada en Hermosillo, Sonora. Al igual que decenas de migrantes venezolanos y de otras nacionalidades, Noelia buscaba llegar a Estados Unidos, pero las restricciones en las políticas migratorias, incluida la reciente cancelación del uso de la aplicación CBP One para solicitar asilo, han complicado su situación.
En una posición similar se encuentra Yeraldine Díaz, de 34 años, quien dejó Maracaibo hace cuatro meses junto a su esposo y sus cuatro hijos. La familia cruzó la peligrosa selva del Darién, pero los desafíos del camino y las crecientes restricciones han desgastado su ánimo. “Mis hijos han sufrido demasiado. Estoy muy cansada y voy a tratar de reunir dinero para regresar a mi país”, dijo Yeraldine, aunque admite que tampoco se siente segura en Venezuela.
Mientras algunos migrantes consideran regresar, otros intentan adaptarse a la vida en Sonora. Omar Cabrera, quien llegó a Hermosillo hace un año, vive en el albergue ‘Vida Plena Corazón Contento’. A la espera de una cita para asilo en Estados Unidos, Omar se desempeña como voluntario en el refugio, ayudando a otros migrantes. “Nos estamos quedando aquí en Hermosillo”, comentó.
La crisis migratoria en México se ha intensificado debido a los cambios en las políticas estadounidenses, especialmente tras la llegada de Donald Trump a la presidencia. La cancelación de herramientas como CBP One ha dejado a miles de migrantes sin opciones claras para continuar su camino hacia el norte, mientras los albergues en estados fronterizos como Sonora luchan por brindar apoyo a quienes, como Noelia y Yeraldine, buscan un futuro mejor.