Donald Trump regresó al poder como un huracán. Nada de transiciones tranquilas ni discursos para calmar aguas.

Llegó, firmó y sacudió a todo el planeta.

Su primer día lo dice todo: 42 órdenes ejecutivas, 115 movimientos de personal, 200 acciones ejecutivas, y tres discursos que marcarán el tono de su segundo mandato. Y para rematar, sesenta minutos de preguntas y respuestas con la prensa.

Ni Obama, ni Bush, ni siquiera él mismo en 2017 había llegado con semejante fuerza. Pero, ¿qué mueve a Trump? Sencillo: marketing.

Su presidencia no es otra cosa que una campaña constante. Su único límite es mantener esa narrativa que lo hizo rey de la derecha populista.

Los políticos mexicanos que se habían dado el lujo de ignorarlo están despertando a golpes de realidad. Trump no solo regresó, lo hizo con la promesa de exprimirnos hasta que sus votantes queden satisfechos. Aranceles del 25% a México y Canadá en la mesa, el TMEC tambaleándose y un sistema de recaudación de aranceles que grita “América primero”. Todo esto mientras en la Oficina Oval firma decretos y amenaza con hacer pedazos cualquier acuerdo que no beneficie a los trabajadores estadounidenses. Pero aquí no se hagan bolas: esto no es sobre políticas públicas. Es sobre visitas en redes, encuestas y titulares. Porque mientras Trump parezca fuerte, su base está contenta.

Y aquí entra la genialidad de su estrategia.

Trump no juega el viejo juego de los políticos tradicionales.

Olvidemos las ruedas de prensa formales y los comunicados oficiales. El marketing de Trump es puro contenido, puro impacto. Lo que diga Elon Musk en X dice mucho más que cualquier discurso preparado. Cada movimiento, cada palabra, cada gesto está diseñado para alimentar su narrativa: “América está de vuelta y yo soy su líder.” Vean el diseño de la página oficial de la Casa Blanca; no es un sitio gubernamental, parece la intro de la película Top Gun.

Los medios tradicionales, esos que antes dictaban la opinión pública, están ahora relegados. Hollywood, los activistas, y los empresarios progresistas apoyaron con todo a Kamala Harris. Pero, ¿quién se acuerda de ella? Su presunta influencia fue arrasada por creadores de contenido que dominan las redes sociales. Trump entiende esto. Sabe que en un Tuit o un TikTok bien hecho, hay más poder que en un editorial del New York Times.

Elon Musk, por ejemplo, lo sabe también, y su alianza con Trump es todo menos casualidad. Este es el nuevo campo de batalla, y Trump está armado hasta los dientes.

Su equipo de trabajo también refleja esta lógica. Susie Wiles, Stephen Miller y Dan Scavino no son políticos tradicionales; son operadores de narrativa, disruptores. Cada nombramiento, desde Kennedy Jr. en Salud hasta el propio Musk con su comisión para reducir el tamaño del gobierno, es un golpe calculado contra las instituciones. Trump no está interesado en gobernar de forma convencional, está aquí para desmantelar y reconstruir bajo su marca.

Y, claro, cada paso genera la reacción deseada: furia en los opositores y aplausos en su base.

¿A quién le recuerda? ¿AMLO?

El “Tío Richie”, también conocido como Ricardo Salinas Pliego, parece haber tomado notas. Si el magnate mexicano decidiera lanzarse a la política, el modelo Trump le daría el camino perfecto: un discurso provocador, dominio de redes sociales y un equipo leal que impulse su narrativa.

Desde aquí, no es descabellado pensar que si se postula, podría ser el próximo presidente de este país. Porque en política, el futuro es de quien controla la conversación en redes.

Mientras tanto, los políticos mexicanos, que llevan décadas apostando a relaciones cómodas con Estados Unidos, están paralizados. Trump no negocia, exige. Y cada exigencia viene respaldada por su capacidad de presión mediática y política.

El arancel del 25% a los productos mexicanos por permitir el tráfico de fentanilo es una amenaza directa. Si lo cumple, las consecuencias para México serán devastadoras. Pero a Trump poco le importa. Su base electoral lo ve como un guerrero que protege a su país y castiga a quienes “abusan” de Estados Unidos.

Trump hizo una maquinaria de marketing que redefine las reglas del poder.

En este mundo de redes sociales, narrativas y figuras polarizantes, el único límite es cómo vender la historia. Y Trump es el mejor vendedor que ha pisado la Casa Blanca.

Lo triste es que, para variar, nosotros somos los que pagaremos la factura.

Juan Luis Parra

Juan Luis Parra es licenciado en Mercadotecnia, diseñador web y programador con más de 8 años de experiencia. Director de SonoraPresente y fundador de AgenciaSP, actualmente lidera proyectos de publicidad y diseño en varias industrias. [email protected]

Te puede interesar