No comparto la rudeza innecesaria empleada por Trump para deportar a los colombianos ilegales a su patria. Bastaba con que los desterrados no pudieran demostrar su legal estancia en EU para que procediera el exilio. Ahora bien, si además de lo anterior, estaban acusados de haber cometido actos criminales, la expulsión era mucho más que justificada y aun así se requería el cumplimiento de ciertos formalismos diplomáticos. Ni hablar.
¿Su negativa debería ser entendida de tal manera que Colombia no estaba dispuesta a recibir a sus propios ciudadanos, solo porque llegaban en un avión militar, cuando a su juicio, no eran criminales? ¿Racismo o clasismo? ¿No aceptaba en su propio país a los pobres, pero sí recibía con agrado las generosas remesas de los ilegales? ¡Cuidado! ¿Ya no había espacio para sus compatriotas que huyeron del hambre y de la violencia, tal y como ocurre en México? ¿Cómo entenderlo? ¿Qué futuro les esperaba en EU? ¿Su instalación en campos de concentración? Menuda conclusión.
Trump no tardó en anunciar sanciones contra Colombia: aranceles de emergencia del 25% o hasta un 50% sobre todos los productos que entran a Estados Unidos; revocación inmediata de visas a los funcionarios del gobierno colombiano, y a todos sus aliados y partidarios; inspecciones reforzadas de las aduanas de todos los nacionales y cargas colombianas por razones de seguridad nacional, además de sanciones bancarias, financieras y de tesorería.
¿A dónde iba Petro acusando a Trump, absolutamente fuera de contexto, con aquello de que “Usted me considera una raza inferior y no lo soy”? Luego agregaría: “Puede con su fuerza económica y su soberbia intentar dar un golpe de Estado como hicieron con [el expresidente de Chile, Salvador] Allende, pero yo muero en mi ley, resistí la tortura y lo resisto a usted”. “No quiero esclavistas al lado de Colombia, ya tuvimos muchos y nos liberamos. Colombia es el corazón del mundo y usted no lo entendió…”. “No nos dominarás…”.
Evidentemente, tan pronto un colombiano sensato, que había escuchado las sonoras carcajadas provenientes de la Casa Blanca, le habló al oído a Petro para indicarle el peligro de enfrentarse con un gigante que con solo un papirotazo podría causar gravísimos problemas económicos y sociales en Colombia, cuando además, Trump tenía el derecho de exiliar a los colombianos ilegales, el Presidente colombiano reculó y dejó de ser pendenciero, baladrón y camorrista y tal vez, tan solo tal vez, pensó en la posibilidad de crear riqueza, empleos y bienestar en su país para que ya nadie pensara siquiera en emigrar para huir de la violencia, del caos y del hambre…
¿México habrá aprendido algo de esta lección diplomática impartida a título gratuito?