En el brillante ejercicio de hipocresía que caracteriza a la diplomacia mexicana, volvemos a desempolvar el pretexto de la “autodeterminación de los pueblos”. Esta vez, para justificar el vergonzoso envío de un representante mexicano a la toma de protesta de Nicolás Maduro, el dictador que insiste en disfrazar de democracia un fraude evidente.

Hoy, resulta relevante hablar de la importancia de las mujeres en la política actual.

Claudia Sheinbaum, fiel al manual de su mentor, parece más preocupada por quedar bien con todos que por defender principios básicos como la libertad y la dignidad humana. Total, cuando todo es política, los derechos humanos pasan a segundo plano.

Mientras tanto, el chavismo tambaleó como nunca antes. Y no fue gracias a discursos ni sanciones simbólicas. Fue por una mujer: María Corina Machado. Una mujer que, con valentía y estrategia, puso al régimen contra las cuerdas junto con Edmundo González. A pesar de la maquinaria represiva del Estado venezolano, los votos demostraron que incluso los bastiones chavistas están hartos de promesas vacías. Pero, como en toda dictadura que se respeta, la trampa salvó a Maduro: cortes en la transmisión de resultados, excusas tecnológicas y una declaración de “victoria” fabricada en los escritorios del poder.

En Venezuela, el pueblo habló, pero el tirano gritó más fuerte.

¿Cómo se acaba una dictadura? No con medias tintas.

Machado y González tienen una misión clara: dar el golpe final. Porque un régimen moribundo no es un régimen caído. Dejar que el chavismo se descomponga a su ritmo es condenar a Venezuela a seguir siendo el escenario de un eterno “casi”.

Un hombre de 75 años, inesperado como candidato, se prepara este viernes para enfrentar al dictador y a miles de soldados desplegados para proteger su régimen. La oposición ya ha convocado movilizaciones, mientras Maduro, siempre temeroso del pueblo, ha movilizado más de mil efectivos desde el fin de semana para “garantizar el orden”.

Si el acto en el casco histórico de Caracas termina en tragedia, la pregunta será inevitable: ¿de qué lado quedará México cuando el mundo juzgue los eventos?

Porque cuando la dictadura venezolana finalmente caiga —y caerá—, su impacto será casi tan profundo y simbólico como el de la caída del muro de Berlín. Será el derrumbe de un régimen que sofocó a su pueblo durante un cuarto de siglo, con una fuerza que resonará en todo el planeta.

Es revelador que sea la prensa internacional, y no la mexicana, quien confirme que los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón acompañarán a Edmundo González, junto con otros exmandatarios latinoamericanos. Resulta curioso que los medios nacionales prefieran destacar que ambos expresidentes han sido declarados personas non gratas por la dictadura, en lugar de resaltar la valentía de su visita a Venezuela. Tal parece que lo importante quedó sepultado bajo conveniencias editoriales, quizá porque al gobierno no le agradó la noticia y decidió “sugerir” a los medios tradicionales que omitieran ese detalle.

En contraste, el panorama político mexicano no ofrece liderazgos inspiradores, sino caricaturas.

Tomemos a Sheinbaum, por ejemplo, que no puede desprenderse de la sombra de López Obrador. Su mandato como presidenta electa parece un tributo constante a quien la puso ahí. La independencia no está en su vocabulario, y el proyecto político que encabeza sigue siendo el de su mentor.

El resultado: una figura que luce más como una administradora que como una verdadera lideresa.

Luego está Xóchitl Gálvez, quien tras perder la elección presidencial ahora planea crear un nuevo partido político. Porque claro, eso es justo lo que necesita México: más burocracia, más gastos del erario y otro grupo político vacío que sólo sirva para negociar posiciones en el Congreso o el Senado.

En lugar de asumir responsabilidades o analizar su derrota, Gálvez prefiere jugar al oportunismo. “Nos faltó territorio”, dice, como si eso justificara todo. Y aún más patética resulta su narrativa de que fue una “elección de Estado”. ¿En qué momento se creyó que podría enfrentar una maquinaria como Morena sin siquiera construir una propuesta clara? Reconoció su derrota, sí, pero también admitió que los partidos que la respaldaban no tenían un plan. Eso no es liderar, eso es improvisar.

María Corina Machado, en cambio, es todo lo que ni Sheinbaum ni Gálvez podrán ser. Una mujer que desafía al poder con estrategia y convicción, que lidera un movimiento de resistencia real en un país donde disentir puede costarte la vida. Compararla con estas figuras mexicanas resulta casi ofensivo, pero también sirve para evidenciar nuestras miserias. En un mundo donde lideresas como Machado y Giorgia Meloni redefinen lo que significa el poder femenino, México parece condenado a lidiar con oportunistas.

¿Quién tomará las riendas aquí?

Porque si la oposición sigue jugando a perder “con dignidad”, quizás sea hora de que nuevos cuadros suban al escenario, con verdadera intención de ganar.

@jlparra_

Juan Luis Parra

Juan Luis Parra es licenciado en Mercadotecnia, diseñador web y programador con más de 8 años de experiencia. Director de SonoraPresente y fundador de AgenciaSP, actualmente lidera proyectos de publicidad y diseño en varias industrias. [email protected]

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