El reportaje que el New York Times defendió a capa y espada, y que Claudia Sheinbaum calificó de falso, resulta ser cierto aparentemente.

Sí, en México se cocina fentanilo, y no en laboratorios sofisticados, sino en espacios que cualquiera podría confundir con una cocina doméstica. En el programa de Adela Micha, el Dr. Miguel Ángel Méndez Rojas lo dijo con todas sus letras: el proceso químico es tan básico que puede hacerse con pocos recursos y aún menos regulaciones. La polémica sobre las fotos y las condiciones de los “cocineros” es ya irrelevante.

Aquí la ciencia y la realidad coinciden: producir fentanilo no es solo posible, es una práctica extendida. Las evidencias acumuladas, desde decomisos de toneladas de precursores hasta los hallazgos de laboratorios clandestinos, confirman lo que muchos prefieren ignorar. Mientras los cárteles perfeccionan sus estrategias, el gobierno se enreda en desmentidos inútiles y negaciones que solo exponen su incapacidad para enfrentar el problema.

El modelo de producción es un golpe maestro del narco. Económico, discreto y descentralizado, el fentanilo se fabrica en pequeñas cantidades que pueden repartirse entre múltiples puntos.

Pierden una cocina, pero ya tienen tres más operando. Los precursores necesarios llegan desde China sin mayor problema, y si no están disponibles, los cárteles fabrican sus propios químicos base.

Según el Dr. Méndez, hasta los estudiantes de química pueden ser reclutados para sintetizar los ingredientes iniciales.

¿Dónde están la mayoría de los laboratorios de fentanilo?

En la ciudad que lleva más de 120 días de guerra.

Una nota de ayer publicada por El Financiero confirma que entre enero de 2019 y octubre de 2024, se incautaron 26 narcolaboratorios de fentanilo en todo el país.

El 84% (22 laboratorios) estaban en Sinaloa, específicamente en Culiacán.

En total, estos laboratorios clandestinos albergaban 816.37 kilogramos de fentanilo, suficientes para fabricar millones de dosis, junto con máquinas tableteadoras y otras drogas como heroína y metanfetaminas.

A pesar de estos decomisos, la capacidad de los cárteles para reponerse y expandirse parece intacta.

Pero las revelaciones no terminan ahí.

Un estudio de la ONG Elementa DDHH, basado en documentos filtrados por el colectivo Guacamaya y publicado en Proceso el 16 de abril de 2024, deja al descubierto que desde 2020, la Sedena ya sabía que los cárteles producían fentanilo en México. Un oficio del Centro Regional de Fusión de Inteligencia del Sureste (Cerfise), fechado en julio de 2020, detalla que un laboratorio clandestino en el noroeste del país fabricaba 20,000 dosis semanales de fentanilo en polvo o pastillas, destinadas al mercado estadounidense. Todo esto mientras el entonces presidente López Obrador negaba, de manera enfática, que en México se produjera esta droga.

Aquel informe también revela cómo el masivo ingreso de mercancías por el puerto de Veracruz y el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec facilita la introducción de precursores químicos provenientes de Asia.

A pesar de estas evidencias, la narrativa oficial durante años insistió en la inexistencia de producción local de fentanilo. No fue hasta marzo de 2024 cuando el presidente admitió, por primera vez, que México era parte del ciclo de producción de esta droga sintética. Una aceptación tardía que solo confirma lo que ya todos sabíamos: aquí, la negación oficial es tan tóxica como el fentanilo mismo.

Juan Luis Parra

Juan Luis Parra es licenciado en Mercadotecnia, diseñador web y programador con más de 8 años de experiencia. Director de SonoraPresente y fundador de AgenciaSP, actualmente lidera proyectos de publicidad y diseño en varias industrias. [email protected]

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