Felipe Calderón se sentó frente a Adela Micha para hablar del país, de su legado y de los riesgos que, según él, enfrenta México. Fueron más de 40 minutos de respuestas largas y pausadas, donde cada palabra parecía medida al milímetro. Pero entre todo ese discurso fluido, lo más interesante no fue lo que dijo, sino lo que evitó mencionar.

Calderón no escatimó en comparaciones dramáticas: el país va rumbo a convertirse en otra Venezuela. Para él, los contrapesos están cayendo, el Poder Judicial tambalea y la democracia se desmorona. Hasta ahí, suena lógico. Pero lo que evita decir es que muchas de esas grietas no son exclusivas del presente. Su guerra contra el narco debilitó a las instituciones, centralizó decisiones y dejó al país en un estado de violencia que sigue siendo el telón de fondo de cualquier crisis actual.

Según el expresidente, su estrategia de seguridad no fue responsable del baño de sangre en su sexenio. “La violencia es una variable autónoma”, dijo con una lógica que raya en lo absurdo. Es como si las balaceras, los desplazamientos y los muertos fueran un fenómeno natural, ajeno a las políticas implementadas desde su oficina. Eso sí, se cuida de señalar que enfrentar al crimen era necesario. Y en parte tiene razón: ignorar al narco habría sido igual de desastroso. Pero esa respuesta no explica el caos que desató ni ofrece autocrítica real.

En la entrevista, Calderón saca su lista de logros: infraestructura, salud y seguridad. Habla con detalle de hospitales, carreteras y vacunas, como si todo eso fuera incontestable. Pero no menciona las obras que quedaron a medias, los hospitales que abrieron sin recursos y los errores de cálculo en la estrategia contra el crimen.

Es un ejercicio de memoria selectiva donde lo positivo brilla y los fracasos se pierden en el olvido.

Vive en Europa, da clases y observa el país a la distancia. Aun así, se presenta como una voz preocupada por México. Pide a los ciudadanos participar más en la vida política, pero no reconoce que durante su gobierno el acceso a esa participación se limitó a ciertas élites. Insiste en que el país necesita reconstruir la ciudadanía, un buen punto, aunque venga de alguien que nunca priorizó esa agenda en su sexenio.

¿Qué no dijo Calderón? Nada sobre los costos humanos de su administración.

Nada sobre las consecuencias directas de su estrategia de seguridad.

Nada sobre cómo su sexenio sembró muchas de las semillas de descontento que hoy explotan.

Su discurso es un llamado a reflexionar, sí, pero también un intento de limpiar un legado que no está tan claro como él lo pinta.

Calderón habló mucho, pero dejó más preguntas que respuestas.

Lo que nos queda no es solo lo que dijo, sino lo que cuidadosamente evitó mencionar.

Y ahí, como siempre, está la verdadera historia.

Juan Luis Parra

Juan Luis Parra es licenciado en Mercadotecnia, diseñador web y programador con más de 8 años de experiencia. Director de SonoraPresente y fundador de AgenciaSP, actualmente lidera proyectos de publicidad y diseño en varias industrias. [email protected]

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