Lo de ayer en el Zócalo, ofrecido como informe de Cien Días, pareció el acto del Plan Quinquenal. Demasiadas obras para tan poco trecho. Demasiados logros, demasiada épica, demasiada hazaña. Ni una pizca de autocrítica.
Un acto de alineación, de respuesta y de reto. Luego de que el exPresidente Ernesto Zedillo dijera que el poder real en el país lo ejerce un caudillo oculto en una oficina anexa de Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum rebate con la referencia directa al alegato machista de que las mujeres son manipuladas invariablemente por un hombre; pero algo más, adicional al ejercicio del poder, diferente y singular, de una mujer en la Presidencia. Su traducción, al menos en el dicho ayer en el Zócalo, es retador.
“Deseaban algunos que no cumpliéramos con nuestro compromiso. No sé qué esperaban, ¿que dijera una cosa y actuara de otra forma?, ¿que me comprometiera en campaña con el pueblo y después lo traicionara? (…) Pues se van a quedar con las ganas… así como somos madres y abuelas, también tenemos la fuerza, la entereza, el temple y la capacidad, para ser bomberas, ingenieras, astronautas, doctoras, abogadas y comandantas supremas de las Fuerzas Armadas”.
En el Ejército mando yo, dijo ayer en plaza llena a los opositores que le critican. Con todo lo que eso signifique.
Ese fue el arranque de su discurso y del evento que parecía hecho para un buen desplante nacionalista ante la llegada de Donald Trump. Fue, efectivamente, el cierre de la alocución y lo que despertó a una audiencia dispersa, menos concentrada que cuando AMLO hablaba ante esa plaza. Apeló a la consigna: no nos subordinamos. Pero no convocó a la unidad nacional, incluyendo a los contrarios. Levantó la porra deportiva, “¡México! ¡México!”, agitó banderas, puso de pie al gabinete que andaba chateando a la hora de la lectura de las cifras y sublimó a la tribuna. Pero hasta ahí. Lo demás es incertidumbre, preocupación y por qué no, miedo.
Un discurso medido, también en lo que no aborda. Dos Bocas, la refinería emblemática, no fue mencionada. La otra herencia, el Tren Maya, merece mención como la nave que ya tiene pasajeros, los que antes no se subían. Mexicana, la aerolínea militar, tiene un párrafo simbólico sin referencia a su abatimiento. Tiene más naves Pedro Haces o un gobierno estatal que la propia Mexicana. Nada sobre la crisis venezolana, sobre el aislamiento mexicano. Mientras sus propios colegas como Petro, Boric o Lula desprecian a Maduro, acá se le aplaude.
Nada sobre Sinaloa y una de las decisiones más importantes de estos cien días de gobierno: la intervención federal en ese estado. Nada sobre los operativos en plazas de mercancía china.
Los Cien Días de la ratificación. Manda ella y no se equivoca. Parece, de todas maneras, el cierre de una efímera etapa. El gobierno de los Cien Días fue algo bello. Lo más importante ya se ha logrado. Una mujer en la Presidencia con abrumador apoyo popular. Ahí está y nadie la mueve. La próxima semana todo puede ser diferente. El 20 de enero, el día 112, la cuenta empezará de nuevo.