Excelente el discurso de la presidenta Sheinbaum ayer en la mañanera frente a las que no fueron más que bravatas de un presidente electo. Dijo “yo creo que va a haber un acuerdo” con el gobierno de Trump en los temas delicados. Agregó que no hay que engancharse en controversias innecesarias y que, sobre todo, “hay que escuchar bien”. Palabras de una estadista que comprende el valor de la comunicación y la colaboración y sabe que lo fundamental no es ganar una fútil ronda en los pantanos digitales, sino la habilidad que se tenga para, como también dijo ayer, dirimir los eventuales conflictos del futuro cercano con “acuerdos de alto nivel”. Muy bien, pero ¿por qué 24 horas antes hizo lo contrario y se enganchó con el vigésimo alarde trumpeano de catalogar como terroristas a los cárteles mexicanos? Sus asesores dirán que fue para contactar al 80 por ciento de los mexicanos que se oponen a cualquier tipo de intervención policiaca o militar de Estados Unidos. Ok. Así se entendería esta diplomacia bipolar: le grito a Trump en la tarde, le habló bonito en la mañana. Bluf allá, bluf acá. Serían sólo palabras. Quedan, pues, 27 días de palabras. Dígase “terroristas”, dígase “va a haber un acuerdo”.