La presidenta Claudia Sheinbaum lo dejó en claro: Los gobiernos estatales están obligados a combatir la inseguridad. No habló de apoyos ni de coordinación entre fuerzas federales y estatales. Simplemente ordenó redoblar esfuerzos, afinar estrategias y dar resultados. Bueno, nada más le faltó elevar una plegaria a la Virgen de Guadalupe para acabar con los generadores de violencia.
Todo hace indicar que no hay plan, programa o acción conjunta entre los tres niveles de gobierno.
En el pasado, cuando las cosas medio funcionaban en este apartado, se ponía al Ejército a la cabeza de una fuerza de tarea conjunta. Un mando único. Y los eslabones de la cadena de mando se desdoblaban hasta los municipios. Desplegar, extender, pero con orden. Hoy, al parecer, cada quien jalará por su lado.
Ojalá haya orden en la ejecución de esta orden. Por el bien de todos. Por la seguridad de todos. Primero la seguridad.
Por lo pronto, la inseguridad se siente, se huele en poblados, ciudades y carreteras. Sobre todo al transitar por esas carreteras olvidadas por Dios y la Guardia Nacional.
Bueno, igual y el plan funciona con García Harfuch y un jefe militar a la cabeza.
Si así fuere, estaríamos en la antesala de una adelantada sucesión presidencial. Omar García Harfuch, ya como el gran pacificador, iría a la Secretaría de Gobernación a mitad del sexenio para coordinar todo lo relacionado a la seguridad interna. Y el siguiente paso sería convertirlo en candidato presidencial, el hombre fuerte que terminó con la violencia en el país.
Pero todo proyecto político registra modificaciones en el trayecto. Y como bien dicen: La felicidad no está en un destino, está en el trayecto.
Al menos, suponemos, ya hay algunas veladoras encendidas para iluminar el proyecto. Las principales, en Televisa.