La designación de Peter Navarro como asesor comercial del presidente Trump confirma que la política arancelaria del próximo mandatario estadunidense será restrictiva, que tendrá el foco puesto en China y en quienes considere los aliados de Xi Jinping, así que, por ende, debemos, como país, tener una estrategia muy clara respecto a nuestra identidad como parte de América del Norte.
Las designaciones y nombramientos de Trump han sido erráticos, con personajes indefendibles, como Matt Gaetz, propuesto como fiscal general, acusado de abusos sexuales y despreciado incluso por sus compañeros de partido en el Senado, quien debió dejar esa aspiración. O como el propuesto secretario de Defensa, Pete Hegseth, un exmilitar, comentarista de Fox News, acusado hasta por su madre de ser un abusador sexual y golpeador de mujeres y por sus colegas en el canal de noticias como un bebedor peligroso. Pero todos los designados tienen una norma: son incondicionales del próximo mandatario y son todos de las corrientes políticas más radicales de su entorno.
Pete Navarro es uno de esos radicales. No sólo en temas arancelarios. Junto con Steve Bannon encabezó los esfuerzos por tratar de anular y luego de impedir la calificación de las elecciones de 2020. Ambos crearon un plan que llamaron Green Bay Sweep para retrasar la calificación electoral, impugnando los resultados en los estados indecisos para que en el Congreso, el 6 de enero, el vicepresidente Mike Pence desconociera el resultado electoral. Se negó a testificar ante el comité de la Cámara de Representantes, que investigó ese intento de golpe y la toma del Congreso aquel 6 de enero y tanto él como Bannon terminaron cumpliendo una condena de cuatro meses de prisión por obstruir las investigaciones del Congreso.
Ante este tipo de personajes, la clave es tener certidumbre sobre cuál es nuestro papel en el mundo y preservar nuestras relaciones comerciales atendiendo, por una parte, los temas prioritarios para Trump, como la migración y el fentanilo y, por otra parte, la relación con China, que será un capítulo central en términos globales, cuya responsabilidad asumirá Navarro.
Nada es más importante para México que preservar el T-MEC. Gracias al tratado tenemos un comercio con la Unión Americana que supera los dos mil millones de dólares diarios; las remesas van a sumar 65 mil millones de dólares este 2024. El 83% de nuestro comercio exterior se dirige a Estados Unidos y eso es el 40% de todo lo que importa la Unión Americana. El superávit comercial de México con EU es altísimo, sólo en junio fue de 24 mil millones de dólares, para todo el 2024 será de poco menos de 300 mil millones de dólares de superávit comercial favorable para México.
Con China tenemos un intercambio altamente deficitario. En julio de este 2024, las ventas de México a China sumaron 649 millones de dólares, mientras que las importaciones mexicanas desde China fueron de 11 mil 442 millones de dólares. Eso implica una balanza desfavorable para México de 10 mil 793 millones de dólares al mes. Los esfuerzos de la administración Sheinbaum deben concentrarse en proteger, preservar y hacer crecer el T-MEC.
Un tratado que, por cierto, cuando se firmó en 1994, en el entonces PRD (origen de Morena) se lo calificó como una traición a la patria y como el símbolo de la pérdida de la soberanía. Han pasado 30 años y hoy ese tratado es la piedra angular del desarrollo de México y los mismos que entonces lo atacaron ahora lo ven como una prioridad insoslayable (salvo esa fracción de Morena que sigue pensando que nuestro destino debería estar más cerca de China y los BRICS, un verdadero suicidio económico).
Ayer, la presidenta Sheinbaum la emprendió contra el expresidente Carlos Salinas porque se divulgó una plática por Zoom, que, además, no tiene meses, sino años, sobre la negociación del TLC durante su gobierno. Son esas cosas que le siembran en la mañanera a la Presidenta sin darle el contexto.
Hay cosas que se pueden o no compartir respecto al gobierno de Salinas de Gortari, pero el haber propuesto, construido y echado a andar el TLC, ahora T-MEC, es un logro indiscutible. Sin el TLC no se explica el México de hoy. ¿Por qué les tendría que molestar tanto a ciertos sectores que alguien defienda lo que logró durante su mandato, algo que ha sido exitoso y ha perdurado y se ha desarrollado en el tiempo? Uno vive en Madrid, el otro en Palenque cuidado por fuerzas de seguridad, ¿a quién le importa?
Lo que es un acierto es el aumento al salario mínimo, que crecerá el año próximo un 12%, algo que no lograron los llamados gobiernos neoliberales en la que fue, quizá, su deuda social más notoria, con el argumento de que dispararía la inflación o se perdería la competitividad si aumentaba, algo que vimos que no resultó ser cierto. El país necesita comenzar a poner las cosas en su lugar, aceptar aciertos y errores, tener líneas de continuidad más allá de las divergencias políticas, ideológicas y personales.
Por cierto, lo que se está haciendo en seguridad es una demostración de cómo se debe rectificar el rumbo cuando las cosas no funcionan. Las estrategias de los gobiernos de Fox, Calderón y Peña no funcionaron por distintas razones en el ámbito de la seguridad. Pero la de López Obrador fue un desastre. En estos dos meses se han cambiado funcionarios, estilos y comienzan a cambiar las percepciones a partir de objetivos que se comienzan a cumplir. No se puede defender lo indefendible, y lo que se está comenzando a ver en seguridad es la mejor demostración de ello.