El pleito entre Adán Augusto López y Ricardo Monreal, líderes de Morena en la cámara de Senadores y Diputados, respectivamente, y antes, ambos aspirantes presidenciales de ese partido, trasciende el conflicto natural entre dos militantes con posiciones contrapuestas: estamos hablando de denuncias de malos manejos, hechas sobre el cierre del periodo ordinario, cuando se acababa de aprobar el presupuesto y para lo cual, el líder morenista del Senado utilizó la tribuna para hacer la denuncia contra su compañero de partido y para, según dijo el presidente de la Cámara alta, el inefable Gerardo Fernández Noroña, contestar “una venganza”.
Y no terminó la declaración, inmediatamente después se presentaron las denuncias formales ante la Función Pública. Pero el problema va más allá: nos enteramos también que no sólo hubo presuntamente malos manejos, sino también un fideicomiso de mil millones de pesos en el Senado que ahora no sabemos muy bien dónde y cómo quedó.
Monreal contestó con una declaración muy dura contra Adán Augusto e inmediatamente después diputados y senadores comenzaron a tomar partido por uno u otro; los operadores de ambos, en forma notable Andrea Chávez en el caso de Adán Augusto, comenzaron a llamar a legisladores y cuadros partidarios para que se sumaran a sus respectivos apoyos.
Si esto hubiera ocurrido en otro sexenio, muy probablemente ni Adán ni Ricardo seguirían hoy en sus cargos. Quién sabe qué decisión tomará la presidenta Sheinbaum y si la tomará ahora, en caliente, pero es un desencuentro entre líderes del Senado y Diputados del partido en el poder como nunca antes habíamos visto públicamente y expresado desde la tribuna legislativa.
Me parece gravísimo, pero no es una excepción, es un síntoma de una división soterrada, y a veces ni tanto, pero profunda en el movimiento morenista que, paradójicamente se amplía casi sin límites porque no hay una oposición que pueda explotarla y que presione a la unidad. Lo del Congreso es sólo una muestra, pero hay muchos otros datos.
Las diferencias internas con y en Hacienda, y de otros funcionarios con esa dependencia son notables. La nueva ley del Infonavit que tuvo como cámara de origen el Senado y que termina disponiendo de un fondo enorme de dos billones 600 mil millones de pesos tiene que pasar por Diputados y quién sabe si se aprobará. Personajes de peso en el mundo sindical como Napoleón Gómez Urrutia y Pedro Haces (este último cercanísimo a Monreal) dicen que no la apoyarían. La reforma es esencial para el plan de vivienda de la presidenta Sheinbaum, pero también para el financiamiento del gobierno federal.
El escándalo de Martín Borrego y su boda disfrazada de evento diplomático en el Museo Nacional de Arte, no sólo provocó la renuncia en la Semarnat de quien fue jefe de oficina de Alicia Bárcena en la cancillería y su hombre de confianza en Medio Ambiente, sino que también demostró que la soberbia, la mentira y la banalidad trascienden partidos, pero también dejó muy mal parada a Bárcena, cuya explicación de que no sabía a dónde iba (y tampoco el resto de los invitados) es simplemente ridícula, imposible de creer. Pero confirma que la relación entre el actual equipo de Relaciones Exteriores, encabezado por Juan Ramón de la Fuente, y el anterior de la secretaria Bárcena está rota. Las declaraciones de Juan Ramón sobre el tema lo ratifican. Si la filtración provino o no de la cancillería es lo de menos: ante el hecho quedaron marcadas las diferencias.
En su gira por los estados, Andrés Manuel López Beltrán está haciendo compromisos para candidaturas y otras posiciones absolutamente por la libre. Son varios ya los gobernadores de Morena que se quejan de que el hijo del exmandatario, ahora secretario de Organización de Morena, promete candidaturas, incluso a gobernador, sin tomar en cuenta a los mandatarios actuales. De cara a los comicios de 2026 y 2027 ése es un conflicto que puede estallar con mucha facilidad, y en el que tendría que tomar decisiones, personalísimas, la presidenta Sheinbaum: ni Andrés ni los gobernadores en turno tendrían esa responsabilidad, menos desde ahora.
Y hay muchas más fricciones, en muchos ámbitos. Dicen que en enero la presidenta Sheinbaum asumirá una suerte de segundo aire, terminado este primer periodo ordinario donde el compromiso fue cumplir con el plan C de su antecesor. Puede ser, algunos hablan de un quinazo, pero, en realidad, creo que ese golpe sobre la mesa lo deberá dar entre los suyos, deberá quitar a quienes no le suman, a quienes mantienen compromisos con otros factores de poder y no con ella, a quienes están apostando por 2030 cuando la mandataria lleva menos de cien días en el poder, debe hacerlo porque hay funcionarios que no venden futuro, sino pasado, que no generan expectativas, sino añoranza o exhiben ambiciones demasiado personales.
Debe hacerlo porque ya tiene que haber aprendido el difícil arte de sentarse en la silla presidencial, para reafirmar su poder y para tener mucha mayor capacidad de interlocución con el verdadero desafío que tiene por delante, que es la llegada de Donald Trump al poder el próximo 20 de enero. Muchas veces dijimos que había una ventana de oportunidad desde el 1 de octubre hasta el 20 de enero que debía aprovecharse. Creo que se desperdició. Ahora quedan apenas semanas, pero la presidenta Sheinbaum debe llegar mejor equipada para ese día y cobijada por quienes son realmente los suyos.