El jueves, hacia las cinco y media de la tarde, tarde fría, caminaba de regreso a casa después del programa de radio. Cien metros antes de llegar, en la calle de Serrano, me saludó una pareja, en sus cuarentas, bien abrigados, no los conocía. Venían de la Ciudad de México. Él contó brevemente un asalto sufrido hace meses en una carretera. Ella asentía con la mirada tristísima. “Venimos unos días para explorar si nos podemos quedar a vivir por aquí”, terminó. Una hora después salí de casa. En la puerta, entre la mucha gente que transitaba, había tres hombres, en sus cuarentas, bien abrigados. Mexicanos. Uno de ellos me saludó, no lo conocía. Me dijo que estarían unos días en Madrid para ver si podían quedarse: “Queremos caminar tranquilos, no con el miedo a la violencia de allá, allá ya es imposible estar”. Ayer me saludó cerca de la colmada Gran Vía una pareja de yucatecos en sus cincuentas que turisteaban contentos. “Con qué alegría viven aquí, con qué paz, jóvenes, viejos”, dijo él. Sí, asentí. El lunes, en un foro de fraternidad México-España, la presidenta de la Comunidad de Madrid compartió que somos unos 10 mil los mexicanos empadronados en el Madrid de siete millones. Para el registro.