En un viernes como éste, hace dos años, afirmé que no podía enganchar las calumnias y los insultos con los balazos. Lo dije horas después de sobrevivir a un atentado, cuando crecía el hashtag #AMLOasesino. Lo creía y sigo creyendo. Pero ¿qué decir luego de que por años se ha lanzado una escalada inaudita desde el poder, la Presidencia, las mayorías en el Congreso, las maquinarias oficialistas propagadoras de mentiras e injurias contra los juzgadores, los jueces, acusándolos sin pruebas, pero con la fiereza de las malas causas, de corruptos, infames, aliados de los peores intereses, cómplices de criminales, enemigos del pueblo y el bien público, de ser manzanas podridas, aguas pestilentes, focos de infección? ¿Y qué puede decirse cuando ese descrédito se teje en un país tan violento y peligroso y alguien resuelve matar a un magistrado, como ocurrió con Edmundo Román Pinzón el miércoles en Acapulco? ¿Las calumnias e insultos quedan también desenganchados de los balazos? No lo sé, sólo pregunto, ¿cuántos, después de escuchar cientos de veces el grito del poder, dirán en un acto reflejo: se lo buscó, merecido se lo tenía? Descanse en paz Edmundo Román Pinzón, juzgador asesinado en esta intemperie.