Hubo cocteles y vino, no era boda. Hubo bocadillos, no era boda. Hubo arreglos florales, no era boda. Hubo sesión de fotos de los novios, no era boda. Hubo felicitaciones por parte de los invitados, no era boda. Hubo misa, no era boda.
A mediados de septiembre, los trabajadores del imponente y bellísimo Museo Nacional de Arte, ubicado a una cuadra de Bellas Artes, y donde se exhiben obras de artistas como Tolsá, Rivera, Kahlo y Siqueiros, recibieron la noticia de que el 4 de octubre habría un evento de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Los directivos del museo dijeron que se trataba de un acto diplomático, a petición de la oficina encabezada, en ese entonces, por Alicia Bárcena, actual titular de Semarnat.
Llegó el día y para sorpresa de los empleados, el supuesto acto diplomático resultó ser la fachada para festejar la boda de Martín Borrego Llorente, quien un par de días atrás, antes del cambio de gobierno, era el Jefe de Oficina de la SRE, y hoy comisionado de Semarnat. Martín es un integrante del Servicio Exterior Mexicano que tuvo un ascenso meteórico en la cancillería, auspiciado por la propia Bárcena, pero envidiado por otros miembros de carrera que consideraban que no tenía los méritos suficientes.
El día del evento, 70 invitados, casi todos diplomáticos y de la más entera confianza de la pareja, incluida Bárcena, llegaron al MUNAL, después de una misa en la Capilla de los Ángeles, de la Catedral de la CDMX. Solo que algunos cometieron la imprudencia, igual que los novios, de creer que sus redes sociales privadas son cerradas. Subieron imágenes con hashtags como #IonutMartinWeLoveYou o #LoveIsInTheAir. Ionut es Ionut Valcu, el esposo de Martín y número dos de la embajada de Rumania en México.
Al enterarme y con las fotos en mano, llamé al MUNAL y pregunté por la boda. La respuesta de una de las secretarias fue que no estaban permitidas. Insistí y aseguré que tenía evidencia. Notablemente sorprendida, me dio el correo del director, el doctor Héctor Palhares. Él me aseguró que “el 11 de septiembre recibieron una solicitud del Lic. Martín Borrego, para llevar a cabo un evento en el Salón de Recepciones con motivo del aniversario 89 de relaciones diplomáticas entre Rumania y México”. Me explicó que “el museo y su patronato analizan las solicitudes para la realización de eventos externos, con el objetivo de recaudar fondos para exposiciones”. Descartó que “se hiciera el evento nupcial y que solo hubo una mención de felicitación en los discursos”. Prometió enviarme un documento que comprobaba lo anterior, pero nunca llegó.
A la par, contacté a Martín Borrego que evidenció las contradicciones con el museo. Primero me dijo que se trató de un brindis por la finalización del destino diplomático de su esposo y no por los 89 años de relación entre ambos países. Después me dijo que él no intervino en nada porque había estado fuera de México en días previos y que le habría sido imposible armar un evento de esa naturaleza, a pesar de que envió el correo de solicitud. Luego, explicó que su esposo y la embajada de Rumania pagaron el costo de renta al MUNAL y finalmente remató diciendo que “por supuesto se hizo referencia a la boda porque ahí estaban amigos diplomáticos de ambos”.
Al cuestionarle por qué sus trajes adornados con un prendido de flor y la ropa de los invitados en la sesión fotográfica del MUNAL coincidía con las fotos en Catedral, Borrego respondió que “como parte del cierre de ciclo de su esposo hicieron una misa de acción de gracias en la capilla, que la iglesia católica no haría bendición de parejas del mismo sexo”.
Finalmente toqué la puerta del embajador de Rumania, Marius Lazurca, para preguntarle si había financiado el evento y habló entre líneas. “Prefiero no comentar sobre un evento que, como tal, no tiene relevancia para los que no fueron invitados”.
Es la historia de la boda fifí que no fue boda.