El asesinato en Culiacán en contra del agente de investigación de la Secretaría de Seguridad federal, Halexy Guadalupe, un hombre de todas las confianzas de Omar García Harfuch, con 20 años de experiencia en la corporación, es una demostración más de que la lucha por recuperar la seguridad en Culiacán, en Sinaloa y en el país, será larga, difícil y, no nos engañemos, sangrienta.
Este tipo de crímenes, como dijo García Harfuch, no deben quedar impunes, lo mismo que el asesinato de militares en Michoacán por minas terrestres, ataques, unos y otros, que son desafíos al Estado mexicano y a los que nos seguimos resistiendo a calificarlos como lo que son: ataques terroristas de grupos que deben ser calificados como tales.
Pero ése es otro tema. En el caso de Culiacán, se confirma, además, cómo esta lucha ha realineado a las fuerzas del roto Cártel de Sinaloa en formas poco pensadas en el pasado inmediato. La ruptura de la organización criminal es similar a la que se vivió en 2007-08, cuando los hermanos Beltrán Leyva, hasta entonces parte medular de esa organización, y el cártel de Juárez, los sucesores de esa fracción que encabezó hasta 1997 Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, rompieron con los de Sinaloa, se aliaron a Los Zetas y comenzaron una guerra cuyas consecuencias se extienden hasta el día de hoy.
Entonces eran El Chapo Guzmán, El Mayo Zambada y el Azul Esparragoza contra los hermanos Beltrán Leyva, Vicente Carrillo y Los Zetas, de Heriberto Lazcano. Con el tiempo se impusieron los de Sinaloa. Pero todo eso ha volado por los aires: El Chapo está en una cárcel de alta seguridad en Colorado, El Mayo será juzgado en Nueva York y se supone que El Azul murió por causas naturales. El detonante de ese enfrentamiento en 2007 fue el asesinato de Rodolfo Carrillo, el hermano menor de Amado y de Vicente Carrillo, y su esposa, en Culiacán, y la detención de Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, jefe de seguridad de todo el Cártel de Sinaloa, de la cual siempre sus hermanos, Héctor y Rodolfo, responsabilizaron al Chapo Guzmán. El actual ha sido la extracción del Mayo y de Joaquín Guzmán López el 25 de julio pasado.
El asesinato del agente Halexy Guadalupe fue atribuido a una célula de Los Chapitos encabezada por El Mochomito, Alfredo Beltrán Guzmán, hijo de aquel Mochomo que, con su detención, desencadenó la guerra en 2007. Pero ahora El Mochomito es parte de las fuerzas de Los Chapitos, los hijos de Guzmán Loera. El Mochomito estuvo a punto de ser capturado el 29 de noviembre pasado, pero logró fugarse y dos de sus principales lugartenientes cayeron en el lugar. Se estima que el atentado fue una respuesta a aquella operación contra El Mochomito. Pero también hay que tomar en cuenta que el ataque al agente Halexy fue directo, fue personal, que implica que los agresores tenían información sobre el agente y sus movimientos.
Eso confirmaría la penetración de estos grupos criminales en las fuerzas de seguridad locales; difícilmente hubieran tenido esa información de otra forma.
Pero volviendo a las alianzas locales, resultó que el sucesor de quienes se habían convertido en el mayor enemigo de Los Chapitos, los Beltrán Leyva, ahora trabaja con ellos. Al mismo tiempo, otra fracción de los sucesores de los Beltrán, los del Chapo Isidro (quien era el dueño del cargamento de más de una tonelada de fentanilo que se decomisó días atrás) está aliado con Los Mayitos, lo mismo que otros grupos, como los Salazar, de Sonora; Los Rusos, de Baja California y, aparentemente, los de Caborca, sucesores de Caro Quintero. No se sabe qué posición tiene Aureliano, el hermano del Chapo, aunque está distanciado de sus sobrinos. Queda pendiente la versión de que Los Chapitos habrían llegado a un acuerdo con el CJNG para no enfrentarse en esta coyuntura. Quién sabe, todo es muy volátil y, cada vez más, las distintas regiones adquieren su propia dinámica.
Llama también la atención que en Estados Unidos se haya vuelto a detener a Dámaso López, El Mini Lic, el hijo de El Licenciado, su homónimo, que fue uno de los principales operadores de El Chapo Guzmán y que pensó que podría ser su sucesor. Tanto El Mayo como Los Chapitos se rebelaron contra El Licenciado y su hijo. El primero, que había sido el que organizó la fuga del Chapo en 2001, cuando era el jefe de seguridad del penal de Puente Grande, y su estrecho colaborador durante muchos años fue detenido en la Ciudad de México y su hijo, El Mini Lic, se entregó a las autoridades estadunidenses, se convirtió en testigo protegido, daba entrevistas y hablaba, sobre todo, denunciando a los que fueron sus amigos de infancia y adolescencia, Los Chapitos, con los que eran prácticamente primos.
Pero después de varios años en libertad resultó que El Mini Lic, según la DEA, seguía traficando con fentanilo aliado con los de Sinaloa, a los que había delatado. Hay quienes dicen que la detención es para no repatriarlo a México, como ha pedido la FGR por el asesinato del periodista Javier Valdez, ordenado por El Mini Lic después de que Javier escribiera una columna ridiculizándolo.
Falta por ver si la repatriación de Osiel Cárdenas, que se supone que fue colaborador de las autoridades estadunidenses, afecta los equilibrios de poder de los grupos criminales en Tamaulipas y el Golfo de México, entre distintas fuerzas que tuvieron un origen común precisamente en Osiel.
Las alianzas en el mundo del crimen organizado son más inestables que nunca, lo demuestran las acciones violentas y los enfrentamientos irracionales, como los que se están librando en Sinaloa, un estado donde hará falta una intervención aún mayor del Estado mexicano para recuperar la estabilidad y la gobernabilidad perdidas.