Menos de 48 horas duró el grosero arranque de Ricardo Monreal. El jueves decía que más valía acostumbrarnos, porque lo seguiríamos viendo volar en helicópteros de cinco mil dólares el viaje de 20 minutos. Ayer ya no pudo privilegiar la soberbia del que, como está arriba, parece creer que ganará siempre. El trabajo del reportero Marco Silva, temprano, y la suavemente demoledora opinión de la presidenta Sheinbaum, minutos después, hicieron trizas la petulancia del líder de los diputados oficialistas. Marco documentó características y costos de la nave de fabricación italiana y matrícula estadunidense. La Presidenta dijo: “Nosotros debemos dar el ejemplo a la sociedad…”. Suficiente. Pinchado en una ratonera, Monreal grabó un video para, digamos que con falsa vitalidad, disculparse por el vuelo que “debió aceptar para acompañar a un amigo” y prometer que eso a lo que tendríamos que acostumbrarnos, no se repetirá. Triste espectáculo de uno de los más veteranos de la 4T. Falta ahora que complete la información que le pidió la Presidenta: el amigo, el vuelo, las frecuencias, los precios, los beneficios, la supuesta emergencia. No deberá dificultársele. Dice ser transparente, y no hipócrita.