En los próximos días tendrá que decidir el Senado el nombramiento de la próxima presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. En la terna están Nashieli Ramírez, la actual presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, altamente calificada para ocupar esa posición; Paulina Hernández, una jurista jalisciense con experiencia en temas de derechos humanos, y la actual titular, Rosario Piedra Ibarra.
Es una absoluta insensatez que Rosario Piedra vuelva a ser presidenta de la CNDH. El suyo ha sido el peor desempeño histórico al frente de la comisión. Fue una insensatez desde que fue elegida para esa posición en 2019. Era una designación que dividía, que no sumaba, que polarizaba en lugar de generar consensos. Pero, más allá de eso, su proceso de selección, como está ocurriendo ahora, estuvo viciado de todas las formas posibles.
Fue una imposición del entonces presidente López Obrador, cuando Piedra no estaba siquiera contemplada para esa posición; la única razón que se esgrimió fue que era la hija de Rosario Ibarra y se usó esa designación para descalificar a los especialistas y juristas que la habían antecedido en el cargo, para negar de un plumazo todo lo realizado en la CNDH durante tres décadas, porque López Obrador dijo que tenía que haber una activista (ni siquiera era reconocida como tal) al frente de la comisión.
La votación en el Senado en la que fue elegida estuvo claramente viciada. Nunca hubo 114 votos en su favor, como se quiso hacer creer, y la señora Piedra no tenía, por ende, mayoría calificada. Fue un burdo fraude. El propio líder de Morena, entonces en el Senado, Ricardo Monreal, tuvo que aceptar que hubo 116 votos en aquella sesión y entonces se sacaron de la manga el que los votos nulos o en blanco no contaban, como si esos legisladores no fueran parte del quórum. Como el procedimiento fue ilegítimo, Monreal anunció que habría una reposición de la votación, lo que su propia bancada rechazó, con apoyo de senadores del Verde y del PRI (sí, el de Alito Moreno), en un acuerdo previamente concertado. Y, en medio de golpes, jalones, insultos, Piedra se convirtió en presidenta de una CNDH que, con ello, perdió autonomía y autoridad moral.
Rosario Piedra no sólo no podía ser presidenta de la Comisión porque no obtuvo los votos necesarios para serlo, estaba legalmente impedida: era militante de Morena, había sido candidata en 2018 (y perdió) y apenas en octubre de 2019, semanas antes de la designación, había sido designada miembro del Consejo Nacional de ese partido. Su área de experiencia profesional es la psicología. Es una activista de derechos humanos de segundo nivel, muy lejos del protagonismo que tuvo, a lo largo de muchos años, su madre, Rosario Ibarra de Piedra. Tan poco conocimiento tiene del tema, que se mostró sorprendida cuando se le preguntó sobre el asesinato de periodistas y respondió con un “¿hubo periodistas asesinados?”. Eso sí, insistió en que, hasta diciembre de 2018, no existió libertad de expresión en el país.
Es una militante de las alas políticas más duras de Morena y en las Fuerzas Armadas, a las que agravió en muchas ocasiones, su designación no cayó nada bien. Como tampoco entre los principales empresarios, sobre todo regiomontanos, con los que siempre ha estado enfrentada, sobre todo por su relación familiar con el asesinato de Eugenio Garza Sada.
En este proceso, Rosario Piedra Ibarra fue la peor calificada de todos los aspirantes que se registraron, y su desempeño en estos cuatro años ha sido un desastre. Pero el presidente de la comisión, el diputado prófugo de la justicia, Javier Corral, reconoció que había sido incorporada “por razones políticas”, no por su calificación o desempeño. Lo mismo manifestaron con otras o peores palabras otros senadores del ala dura de Morena.
La paradoja es que, sobre todo, Nashieli Ramírez y, en menor medida, Paulina Hernández, tienen muchas mejores credenciales que Rosario Piedra, y en el caso de Nashieli, sin ser militante de Morena ni una incondicional de Claudia Sheinbaum (como lo es Rosario del expresidente López Obrador), ha hecho un muy buen papel en la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX, reconocido por propios y extraños.
Que Rosario haya decidido tratar de volver a participar cuando sabía que no tenía los votos, y que haya sido incorporada a la terna finalista cuando tuvo las peores calificaciones de la comisión valuadora, es un mensaje que viene desde Palenque.
Lo cierto es que Piedra no tiene los votos de los senadores, ni siquiera de todos los de Morena, mucho menos la mayoría calificada, y como la votación será la próxima semana, con sobre cerrado, veremos qué corrientes se imponen entre Morena y sus aliados. No se puede volver a sacrificar una de las instituciones más legítimas que tiene el Estado mexicano como la CNDH.
CSP Y TRUMP
Hizo muy bien la presidenta Sheinbaum en rectificar su declaración de la mañanera del miércoles y comunicarse ayer con Donald Trump. Lo ocurrido en 2020, cuando fue electo Joe Biden y López Obrador esperó hasta enero, cuando, junto con Vladimir Putin, fue el último en saludar a Biden, no podía volver a ocurrir, menos con un Trump con una agenda antimexicana complejísima para su próximo mandato. A la reunión del G20, donde estará el 18 y 19 de noviembre, Sheinbaum podrá llegar con más y mejores argumentos e instrumentos. Recordemos que López Obrador jamás asistió a alguna reunión multilateral fuera del país.