Cuando la clase gobernante argumenta una decisión de gobierno, como la polémica Reforma Judicial y su supremacia constitucional, invocan que fue porque así lo quiere el pueblo. ¿Pero qué es el pueblo para las y los políticos? Seguramente se refieren a la población que comulga con su ideología y con ciertos intereses partidistas. ¿Y el resto de la gente que no piensa como ellas y ellos no es pueblo?
En la lógica apartidista, a la que pertenece la mayoría de la sociedad mexicana, pueblo es un grupo de personas que vive en una región o país. Es el elemento humano de una población, pues.
Entonces la clase política o gobernante debiera modificar su lenguaje.
Va un pequeño ejemplo:
Hace unos días la presidenta Sheinbaum recibió en Palacio al hombre más rico de México, Carlos Slim. Al mismo tiempo se multiplicaban las quejas de usuarios de Telcel, propiedad de Slim, porque recortaban sus datos, aún cuando tenían un plan tarifario que pagan mensualmente.
Esa gente afectada sí es pueblo. Y por lo tanto la autoridad está obligada a defender a esa población afectada que tiene otros datos.
Y eso que no desaparecen, oficialmente, al Instituto Federal de Telecomunicaciones, IFT (que defiende a usuarios de telefónicas voraces), uno de los organismos autónomos que está por desaparecer la supremacia legislativa.
Va otro dato:
También la presidenta acaba de recibir a Larry Fink, uno de los fundadores de BlackRock, el famoso fondo de inversión que administra la mayor cantidad de activos financieros en el mundo. Obviamente Fink no entra a la categoría de pueblo.
Pero seguramente este influyente hombre de negocios vino a poner sobre la mesa las necesidades de sus inversores en México, que incluye intereses en las industrias de energía, bursátil y de fondos de pensión. Y, suponemos, a pedir garantías ante una incertidumbre jurídica que hace temer al gran capital, propiciada en parte por la Reforma Judicial y la inminente desaparición de los organismos autónomos.
Las pensiones sí es pueblo y lo relacionado con la energía sí impacta en la población alejada del mundo bursátil.
Ahora bien, el asunto Trump está cargado de pueblo, porque ya amenazó con deportar a todo aquel ilegal indocumentado que se le atraviese a la autoridad gabacha. Muchos de los deportados serán mexicanos que envían dolaritos a sus familiares.
¿En cuánto bajarán las remesas?
Quién sabe.
Y, claro, ¿está preparado el gobierno mexicano para enfrentar esta situación?
Que se sepa, Sheinbaum no ha tocado el punto en las mañaneras.
Y aquí sí estamos hablando de pueblo.
Ya después recordaremos la palabra pueblo bajo otros conceptos. Aquí sí hay otros datos que no conviene manejar a las autoridades.