Es el comentario común de mexicanos que se mueven en ciertas zonas de Madrid, sean residentes o ya ciudadanos españoles. Además de seguir las noticias, dos factores los asemejan: dan duros testimonios de la violencia vivida y repudian a la 4T. Pocos dicen formar parte del mercado local. El mexicano no viene a España a trabajar, me ilustró aquí hace un año el embajador López-Dóriga en la presentación del sello editorial del mexicano Ricardo Cayuela. En fin, “qué mal está México, cada vez peor y peor sea va a poner”, sintetizaría la expresión. El paisaje cotidiano pinta otra cosa. El México que surge en las tiendas, exposiciones, es luminoso. No se diga la inagotable, exuberante oferta gastronómica, por lo visto en expansión, ahora mismo parece haber un boom de aguachilerías y cevicherías del Pacífico. Un México exitoso en una ciudad que, según el cronista Julio Camba, invierte todos los días tres o cuatro horas en el acto de abrirse el apetito, y cuatro o cinco en el de cerrárselo. Hay también un México que españoles-españoles no deben ver tan mal. El del Tren Maya de Renfe, o de los servicios aeroportuarios de Indra. El de Santander, o el de Sabadell, que ofrece ahorros de “hasta un 100.5% de Cetes”.