Nuestra participación tiene que ver con la construcción de la paz en el mundo, dijo ayer la presidenta Sheinbaum antes de volar a la Cumbre del G20 en Río de Janeiro, frase impecable si por mundo se entiende a todo el mundo. Venezuela incluida. A principio de agosto, el gobierno mexicano invitó al de Maduro a que mostrara las actas y auditorías que sustentaban el supuesto triunfo que le daría una segunda reelección. Cien días después, Maduro y su régimen se alistan para investirse en enero sin enseñar aquellas pruebas. Y como México ya no les pide nada, lo que se perfila es el reconocimiento a un gobierno que reprimió la protesta contra un escandaloso fraude electoral. La propia oficialista Fiscalía de Venezuela informó el sábado sobre la liberación de 225 detenidos por las protestas, jóvenes en su mayoría: 225 de más de 2 mil. “Le pido a ella que vea con los ojos muy abiertos y el corazón muy abierto lo que está pasando en Venezuela, donde en primera línea estamos las mujeres”, me dijo también en agosto la líder opositora María Corina Machado en una suerte de mensaje a Claudia Sheinbaum. Pero ahí la Presidenta y el canciller De la Fuente han optado por cerrar los ojos en vez de ayudar a construir la paz.