Nadie sabe cómo terminará la confrontación interna en el Cártel de Sinaloa entre los sucesores de El Mayo Zambada y Los Chapitos de Iván Archivaldo Guzmán, cada uno de ellos con sus numerosos e inestables aliados. Por lo pronto, junto con las olas de violencia que genera ese enfrentamiento, se han dado también golpes muy importantes a ambos grupos, asumiendo además que lo que suceda tanto con El Mayo Zambada como con Joaquín y Ovidio Guzmán en sus respetivos procesos, uno en Nueva York, los otros en Chicago, tendrán fuerte influencia en todo esto, sobre todo si ellos, como todo lo indica, se pueden convertir en testigos protegidos de las autoridades estadunidenses.
Las repercusiones de esa lucha, de esa verdadera reconfiguración del crimen organizado, van mucho más allá de nuestras fronteras. El Cártel de Sinaloa, ahora dividido en dos fracciones imposibles de reconciliar, opera en cerca de 40 países. En las últimas semanas, sin que sepamos si tiene relación con lo que está sucediendo en México y Estados Unidos, ha caído en Barcelona una célula del Cártel de Sinaloa: 14 elementos detenidos en un gran operativo policial. El grupo se dedicaba al narcomenudeo, a la fabricación de metanfetaminas, comenzaban a introducir fentanilo, y al lavado de dinero. Los delató, dicen las autoridades, un secuestro que terminó en un asesinato.
Pero algo más está pasando en relación con el Cártel de Sinaloa y España: la semana pasada fue detenida otra célula relacionada con esta organización criminal, con un químico del cártel encargado de producir metanfetaminas y fentanilo. Y casi al mismo tiempo fue detenido un alto mando de la Policía Nacional que tenía escondidas tras las paredes de su vivienda unos 20 millones de euros. Todo en pocos días, gracias a una fuerte operación de inteligencia, que pareciera demostrar que mucho de lo que sucede está interrelacionado.
El Observatorio Europeo de las Drogas informó este año que Europa está, literalmente, inundada de cocaína proveniente de Sudamérica, tanto que los decomisos de esa droga en la Unión Europea son mayores que los que se logran en Estados Unidos. En junio se informó de una gran operación de decomiso de toneladas de cocaína y la desarticulación de una red de la llamada mafia albanesa, con fuertes nexos, por cierto, en el sureste de nuestro país.
Según la Policía Nacional de Colombia, los cárteles mexicanos en Michoacán, Chiapas y Oaxaca están experimentando con plantíos de coca aliados con grupos colombianos. Puede ser, pero la coca se da en condiciones ideales en la región andina de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. En los países andinos se cuenta con toda la infraestructura para sembrarla, transformar la pasta de coca en cocaína y producirla en cantidades millonarias.
Los cárteles mexicanos, desde hace años, intervienen ampliamente en Colombia, Ecuador y Perú, tienen socios, son propietarios de aspectos completos del proceso y son actores centrales en un tráfico que en muchos casos ya no necesita pasar necesariamente por México (aunque lo sigue haciendo, y en cantidades industriales). En Colombia, el presidente Gustavo Petro durante casi dos años no combatió el cultivo y la producción de cocaína, lo que dio a los grupos criminales la posibilidad de hacerse de un stock enorme que ahora están colocando en buena parte del mundo. En Ecuador, el conflicto que vive el gobierno de Daniel Novoa pasa en buena medida por la decisión que tomó de tratar de cerrarle la puerta a esos grupos, mientras que gozan de mucho espacio para operar tanto en Bolivia como en Venezuela, con una fuerte complicidad de las autoridades.
La presencia de los grupos mexicanos, con sus socios locales, se extiende por varias naciones de Centro y Sudamérica. Tienen fuerte presencia en Brasil y Argentina, y crecen en Chile y Paraguay. Desde estas naciones la cocaína se envía a Europa, pasando en muchas ocasiones por naciones africanas, donde también se han asentado con socios locales y gracias a la amplia corrupción de las autoridades.
Y llega a Europa en cantidades cada vez mayores por España, por los Países Bajos, por distintos puertos de entrada: hay mafias gallegas, musulmanas, holandesas, rusas, serbias, las tradicionales mafias italianas y de otros países, aunque las autoridades europeas insisten en que la más poderosa y diversificada es la albanesa, y es la que mayores nexos parece tener con los grupos criminales latinoamericanos, incluyendo los mexicanos. Pero cada vez más la base de operaciones de los de Sinaloa está en España.
Es que, además, hay razones estructurales para esa diversificación y apertura de nuevos mercados con la cocaína. De nuestro país hacia Estados Unidos sigue entrando la misma cantidad de cocaína de siempre, pero el gran negocio del crimen organizado en México ya no está en la coca (que sigue siendo un negocio altamente redituable), sino en las drogas sintéticas y, sobre todo, en el fentanilo, que deja ganancias geométricas respecto a sus bajísimos costos de producción. Por eso cada vez más las drogas sintéticas y la cocaína que llega a la Unión Americana va mezclada con fentanilo.
La cocaína, de la que hay una enorme producción, sobre todo en Colombia, entonces dirige sus extras hacia Europa y Asia (además de los países latinoamericanos, donde el consumo ya es altísimo, sobre todo en Argentina y Brasil). Pero como vimos con las células detenidas en España, las metanfetaminas y el fentanilo mexicano ya están posicionados en Europa.