“Una sola vez vamos a ofrecerle diálogo a este gobierno”, comienza su primera mañana como presidente electo del PAN Jorge Romero, retador y amable. Le pregunto si “el gobierno” es la presidenta Sheinbaum. Así es, afirma. Pues entonces, le digo, la probabilidad de obtener una respuesta afirmativa es bajísima. Él se planta y repite que, como el bolero, solamente una vez. La Presidenta desecha, sin tocarse el corazón, la única oferta que, según esto, le haría quien a partir del viernes encabezará al PAN más débil del siglo XXI. Lo tritura, liga a la corrupción del mítico cártel inmobiliario de la Ciudad de México, se mofa recordándole que hasta Calderón es despectivo con él y remata: si lo que anda buscando es una cita, que la pida en Gobernación. El eventual diálogo inaugural entre la Presidenta de la República y el líder del partido opositor más grande del país, por pequeño que sea, cae devastado en una hora. Hablarle bonito a Palacio Nacional no fue la llave para el debutante Jorge Romero, pobre exhibición. Pero debe saber que hay otras vías. Una muy exitosa es la que siguió desde 2006 un tal López Obrador: oponerse a todo y hablar siempre mal del gobierno. Nada de arreglos florales. Nunca.