La crisis de los proveedores de Pemex que no pueden cobrar es solo la punta del iceberg. En los últimos años, en la petrolera se ha gestado una crisis profunda, que ha cruzado una de las líneas infranqueables de las finanzas públicas: ha contaminado la deuda del gobierno federal.
Después de hablar hace días con los contratistas que no han podido cobrar y no tienen esperanzas de cuándo hacerlo, esta semana revisé cientos de páginas de los reportes financieros más recientes de la petrolera. El panorama es espeluznante. La empresa admite que “existe una incertidumbre material sobre la capacidad de Pemex para continuar como negocio en marcha” y que “si las acciones que Pemex está tomando para mejorar su situación financiera no tienen éxito, la entidad podría no ser capaz de continuar operando”.
En sus reportes, la empresa enlista como causas de su crisis las pérdidas recurrentes, el patrimonio negativo, las nuevas deudas que debe contraer y las que está tratando de refinanciar. Y explica, también, cómo el gobierno federal está tratando de ayudarle.
“Nunca vinculábamos la deuda de Pemex a la del gobierno federal”, me dijo un exfuncionario que manejó durante años varias de las decisiones más delicadas en la petrolera. Ahora, esa decisión prudente parece imposible.
En los últimos dos años, el gobierno ha dado más de 300 mil millones de pesos a Pemex en “aportaciones” para “fortalecer su posición financiera”, o sea, para que pague sus deudas, y para que construyera la refinería de Dos Bocas. Además, le han autorizado créditos fiscales por más de 171 mil millones de pesos entre 2023 y este año. Es decir, el gobierno está recibiendo menos dinero de Pemex y, además, le hace aportaciones extraordinarias.
En términos simples, esto significa que el gobierno tiene menos recursos para invertir en escuelas, hospitales, carreteras o cualquier otro gasto público. Pero lo más grave no está siquiera ahí, me dijeron varios expertos. Durante muchos años, el gobierno mexicano ha manejado su deuda pública como país y Pemex ha negociado la suya como paraestatal. Para los inversionistas, era muy claro lo que Pemex hacía, lo que cobraba y lo que perdía. Pero ahora, con Pemex pagando menos impuestos y recibiendo más dinero del gobierno, esa división se ha vuelto mucho más confusa. El gobierno federal está ayudando a Pemex con sus deudas, usando las tasas soberanas de la administración central.
En este momento, los inversionistas en Nueva York y en los principales mercados del mundo no tienen muy claro cuánto genera Pemex, cuánto le entrega el gobierno ni cuánto le deja de cobrar en impuestos.
“Hay una nebulosidad para los inversionistas”, me dijo Marco Oviedo, experto en deuda pública y estratega para América Latina de XP Invest ments. “Me preguntan continuamente qué está sucediendo”.
El efecto peligroso de esta confusión es que la crisis permanente en Pemex ya está arrastrando la calificación crediticia de México, y puede hacer que al país también le sea más difícil y caro conseguir préstamos en el extranjero, cuando los necesite.
En los siguientes meses, Pemex tiene que tratar de no endeudarse de más, tiene que buscar financiarse de algún modo que no represente más deuda pública y sigue esperando que el gobierno federal le inyecte más dinero. Además, tiene que pagar las deudas que ya se vencen. Cada uno de estos objetivos parece una misión imposible. Por todo ello, la petrolera admite que hay una “duda sustancial” sobre si tendrá capacidad de seguir operando. Y los contratistas que están a punto de quebrar, en este panorama, parecen ser los últimos en la fila para que se resuelvan sus problemas.