No creo haber visto a la presidenta Claudia Sheinbaum tan en un papel, valga la redundancia, presidencial ni con una sonrisa tan amplia como la que mostraba ayer en el desfile conmemorativo del inicio de la Revolución. No creo que tenga una mejor foto que la que se tomó con los niños y jóvenes que la abrazaban al terminar el desfile, ni tampoco que haya dado un discurso conceptual mejor, sin excesos, exponiendo su visión del proceso histórico, sin abusar de la retórica respecto a la propia Revolución e, incluso, sobre el expresidente López Obrador, y reafirmando una concepción del país en el que el papel de las mujeres se revaloriza, como se puso de manifiesto en toda la celebración y el desfile de ayer.
Se habla mucho del empoderamiento que tiene que vivir todo mandatario (salvo aquellos en los que el narcisismo supera la responsabilidad) y creo que la combinación del primer viaje internacional de Sheinbaum como Presidenta y este primer desfile militar serán clave en ese sentido. Dicen que el lenguaje corporal influye en cómo nos perciben los demás, así como en la forma en que nos percibimos a nosotros mismos. Ayer, el lenguaje corporal de Sheinbaum era de satisfacción consigo misma. En el desfile, en el Zócalo, luego de un discurso muy preciso del general secretario Ricardo Trevilla, donde reiteró con énfasis la lealtad a su comandanta en jefe y a la Constitución, así como su convicción de servir a la sociedad, Claudia Sheinbaum se vio relajada, satisfecha, presidencial. No es fácil, me ha tocado conocer mandatarios que tardaron muchas semanas en asumir ese tono, ese lenguaje corporal.
Y para lograr ese empoderamiento estoy convencido de que, además del trabajo diario (que puede ser absorbente y desgastante), no hay nada mejor que alimentarse de la relación con la gente, pero también con el mundo y con otros mandatarios, conocer, ser conocido y reconocido. La participación en el G20 y la demostración de lealtad y apoyo institucional de las Fuerzas Armadas en este desfile tienen trascendencia en ese sentido.
Hay varios puntos que me parece importante volver a destacar de lo sucedido ayer. Primero, porque muchas veces lo olvidamos o ignoramos, el origen y el presente del Ejército mexicano: un ejército popular que surge de una revolución social que enfrenta un golpe militar antidemocrático. Lo dijo muy bien el general Trevilla en su discurso y lo retomó la presidenta Sheinbaum: el Ejército mexicano siempre ha sido leal a su comandante en jefe, por primera vez comandanta, y a la Constitución. Ambas lealtades se retroalimentan y, como dijo el secretario de la Defensa: “Ese firme ideal, ahora más que nunca, se vivifica en esta nueva etapa en la que se pondera el humanismo mexicano, la honestidad, la cercanía con la gente, la libertad, la diversidad y el interés supremo del pueblo de México”. Una libertad y diversidad que se asumen cotidianamente.
Me gustó también que se alejaran en sus discursos, tanto la Presidenta como el secretario de la Defensa, y en el propio desfile, de los maniqueísmos históricos: a todos nos fascinan las figuras de Francisco Villa y Emiliano Zapata, sobre todo en el imaginario popular, pero los que al final terminaron haciendo la Revolución fueron Venustiano Carranza y Álvaro Obregón. La Revolución tiene como fecha de inicio la proclama de Francisco I. Madero, pero como escribió Aguilar Camín, ese 20 de noviembre no se levantó nadie en armas. Sí fueron clave para derrotar a Porfirio Díaz y, sobre todo, al gobierno golpista de Victoriano Huerta, quien había derrocado y asesinado a Madero y a Pino Suárez, dos gobernadores, el propio Carranza, y el de Sonora, José María Maytorena, que tenía entre sus generales a Obregón, a Plutarco Elías Calles, Salvador Alvarado y en Michoacán tenía a un joven llamado Lázaro Cárdenas. Los levantamientos de Villa y Zapata, en el norte y en el sur, fueron, junto con esas fuerzas, los que terminaron derrotando a Huerta.
Buena parte de esas campañas se hicieron, como se recordó ayer, a caballo y, sobre todo, en ferrocarril. Si Villa y Zapata le dieron contenido popular a la Revolución, Carranza le dio forma constitucional, Obregón institucional y Cárdenas un rumbo político. Todos ellos tuvieron luces y sombras, pero también indudables méritos históricos. Y todos, entre muchos otros, incluyendo muchas mujeres, fueron recordados en la ceremonia de ayer. Para quienes pensamos que la historia también marca destinos, no es un dato menor.
El de ayer fue un evento que trascendió más allá de la celebración cívico-militar, fue el primer desfile encabezado por la presidenta Sheinbaum, fue una reafirmación de lealtad institucional y constitucional, y fue una jornada que deberemos recordar como momento clave en el empoderamiento presidencial de la mandataria.
ASCENSOS
Como todos los 20 de noviembre, ayer se dieron a conocer los ascensos en la Defensa Nacional, son muchos y todos destacables. Permítame reseñar tres de ellos, primero el general Hernán Cortés, nuevo jefe de la Guardia Nacional, que fue ascendido a general de división, consolidando la relación institucional de la GN con la Defensa. Y fueron ascendidos de coroneles a general brigadier dos hombres cuyos nombres tiene que recordar: los ahora generales Tonatiuh Olvera y Carlos Pérez Vara. A ellos, y a todos los demás, una sincera felicitación.