En la comisaría de Miguel Alemán, localizada a 65 kilómetros de Hermosillo, más de 40 mil habitantes enfrentan un estado de abandono gubernamental, carente de servicios básicos como pavimento, drenaje y electricidad. Este lugar, alguna vez un campo agrícola prometedor, ha caído bajo el yugo del crimen organizado, que controla no solo las actividades ilícitas, sino también la distribución de productos básicos y agrícolas, según detalla Héctor de Mauleón en su columna publicada este martes.
El periodista destaca que el narcotráfico dicta los precios de alimentos esenciales como frijol, arroz y azúcar, monopoliza la distribución de productos como cerveza y cigarros e incluso prohíbe el abastecimiento de ciertos artículos como encendedores si no provienen de sus proveedores. Además, el crimen exige cuotas a los productores por cada kilo cosechado en los campos agrícolas, afectando cultivos de uva, garbanzo, nueces y hortalizas.
Miguel Alemán es parte de la ruta del narcotráfico hacia la frontera norte, lo que ha convertido a esta comunidad en un campo de batalla constante. La columna detalla enfrentamientos recientes, como el ocurrido a principios de año entre sicarios y policías ministeriales que dejó 14 muertos, todos del lado criminal. Además, fosas clandestinas y decomisos de drogas como fentanilo y heroína se han convertido en parte del panorama cotidiano.
La comunidad, integrada principalmente por jornaleros y migrantes de origen indígena y de estados como Guerrero, Puebla y Veracruz, enfrenta una doble tragedia: la pobreza extrema y la opresión del narcotráfico. “En Miguel Alemán, el crimen organizado es el único proveedor y explotador”, escribe de Mauleón, quien subraya el abandono político de esta región que los funcionarios solo visitan cada tres años.
Este testimonio sobre la crisis humanitaria y de seguridad en Miguel Alemán refleja, una vez más, los desafíos que enfrentan las comunidades rurales en México frente al avance del crimen organizado y la falta de acción de las autoridades.