La designación de una nueva titular en la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) está generando un fuerte debate en el Gobierno. La presidente, Claudia Sheinbaum, busca nombrar a Nashieli Ramírez, una activista de su confianza con una destacada trayectoria internacional. Sin embargo, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) está cabildeando para que se mantenga a Rosario Piedra, quien cuenta con el respaldo de los militares.
Sheinbaum considera fundamental tener una persona comprometida con los derechos humanos al frente de la CNDH, especialmente en un momento en que el Ejército está siendo cuestionado por su rol en la seguridad del país. Por su parte, el exsecretario de la Sedena, Luis Crescencio Sandoval, ha mantenido reuniones con senadores para insistir en la permanencia de Piedra, argumentando que es necesaria una cobertura máxima para las fuerzas de seguridad sin cuestionamientos. Aunque Sandoval no pudo obtener un cargo tránsexenal, se espera que aún tenga alguna responsabilidad en la nueva administración.
Según datos proporcionados por Sandoval, en solo un mes de gobierno, se han abatido más delincuentes que en un año y medio bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador. Este hecho reflejaría la importancia de la estrategia de seguridad que impulsa el Gobierno y la necesidad de contar con un líder en la CNDH que no cuestione el accionar de las fuerzas de seguridad. La decisión final sobre la titularidad de la CNDH generará aún más tensión entre las partes involucradas.
Si bien es cierto que la CNDH emite recomendaciones no vinculantes, el exsecretario teme Ramírez exponga el papel de las fuerzas armadas en una estrategia que es más similar a la de los gobiernos del PRI y del PAN.
Los militares además creen que el perfil de Sheinbaum exacerba al mundo del activismo que busca conocer detalles sobre asuntos tenebrosos del pasado. Por ejemplo, esta semana el Mecanismo de Esclarecimiento Histórico reclamó información sobre supuestos vuelos de la muerte. Solicitud que se suma a otras referidas a los años de la “guerra sucia” o al siempre complejo asunto de Ayotzinapa.
Una situación que inquieta también en el Gobierno porque si Ramírez no es elegida la lectura primaria será que es un traspié para la presidenta y expondrá una detalle todavía más incómodo: que la última palabra no está en el despacho Sheinbaum.