Aquellas imágenes quedaron grabadas a fuego para siempre. El 4 de noviembre de 2019, hace cinco años, tres mujeres y seis niños fueron asesinados bestialmente en las cercanías de la comunidad de La Mora, en el estado de Sonora.
Los agresores les dispararon más de 3,500 veces. Los atacantes incendiaron uno de los vehículos. Las víctimas “fueron quemadas hasta las cenizas”. Cuando sus familiares llegaron al lugar, el viento se había llevado ya esas cenizas, y solo había unos pocos huesos carbonizados. Las llantas estaban derretidas.
Un niño de 13 años logró esconder entre la maleza a cuatro pequeños que habían sobrevivido al ataque, los cubrió con ramas y luego caminó 27 kilómetros para avisar en La Mora.
Las autoridades tardaron 12 horas en llegar. No querían subir al camino de Bavispe, donde sucedió la masacre.
Adrián LeBarón me relató poco después, quebrado por la rabia y por el dolor: “Vi las dos Suburban balaceadas, los niños muertos. Vi después, más arriba, la camioneta de mi hija calcinada. Adentro había figuras quemadas, cuerpos vueltos ceniza. Mi hija estaba completamente quemada, sus huesos hechos carbón. También sus dos cuatitos. La tercera niña estaba en el asiento de atrás y el cuarto niño había quedado con la puerta abierta, como si hubiera intentado salirse. Aquello era terrible. Algo imborrable. Me inundó el dolor, la rabia, el encabronamiento”.
“Se está avanzando”, dijo una y otra vez el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador. “Se está avanzando mucho”.
Acaban de cumplirse cinco años y, sin embargo, la justicia no ha llegado. No solo para los LeBarón, sino para todos los que sobreviven con las vidas rotas en una tierra quebrada, bajo el dominio del crimen.
Un año después de la tragedia, AMLO anunció que su gobierno tenía varios detenidos y estaba a punto de concluir las investigaciones. Al cumplirse cinco años de la masacre de Bavispe, Adrián LeBarón replica: “Ya no queremos el discurso de que se ha hecho justicia, porque hiere a todo aquel que espera borrar la impunidad de su caso. Cuántas masacres hay sin resolver y cuántas se barrieron bajo la alfombra de la indolencia”.
De más de cien sicarios involucrados en la tragedia, solo 36 han sido detenidos: 12, por homicidio, 24 por delincuencia organizada y posesión de arma de fuego. Hay 12 órdenes de aprehensión que no se han cumplimentado. Solo 2 de los detenidos han sido sentenciados por delincuencia organizada.
De más de cien sicarios que se pusieron de acuerdo para ir a matar gente, no hay una sola sentencia por homicidio.
El día de la masacre, un sicario de La Línea, brazo armado del Cártel de Juárez, se separó de sus compañeros y estuvo perdido varios días, escondiéndose entre los matorrales. Fue el sicario que contó a las autoridades la primera versión de lo que había ocurrido.
En la víspera del 4 de noviembre, cien sicarios de La Línea planearon asaltar Agua Prieta, donde operan el grupo Jaguares, del Cártel de Sinaloa. Según esa versión (que coincide con la que le entregaron al FBI otros dos hombres detenidos del lado estadounidense), el grupo se dividió en dos. Un comando atravesó la sierra para ir de Janos a Agua Prieta. El otro tomó el camino de Bavispe.
Esa madrugada hubo ocho enfrentamientos en Agua Prieta. Se reportaron muertos y casas y autos incendiados. Pero el segundo grupo no llegó a esa ciudad: se parapetó en un cerro cercano a La Mora para esperar a sus compañeros.
Al poco tiempo vieron pasar las camionetas en que viajaba tres mujeres de las familias LeBarón y Langford, las cuales se dirigían a una fiesta en compañía de ocho niños. Desde arriba del cerro, iniciaron la masacre.
Adrián LeBarón ha dicho que frente a la tumba de los suyos juró alzar la voz sin descanso “para que nadie más muera en tierras olvidadas”. El lunes, denunció que las autoridades de la ciudad les impidieron, a él y a otras víctimas de la violencia, conmemorar en el Zócalo el quinto aniversario de la masacre donde su hija y sus nietos le fueron arrebatados. “El Zócalo cerrado”, les dijeron.
“Esto resume lo que hemos vivido”, escribió.
Cinco años de discursos y aún no llega la justicia.