Una manera de decir cuándo acarician y cuándo desprecian. Como elogiaron, abandonaron. Como enaltecieron, sentenciaron.
Es la misma tenaza que colocó en la cuneta fronteriza a “El Mayo” Zambada bajo las reglas de la selva. Secuestrado en territorio ajeno, en colusión con criminales, sin solicitar autorización alguna o dar aviso oportuno al gobierno vecino, las instituciones estadounidenses tomaron a “El Mayo” como rehén.
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El calderonismo, lo que ello fuera, es parte integrante de la sentencia de Nueva York. Estados Unidos se llama traicionado. La política de seguridad aplicada entre 2006 y 2012 estuvo sostenida por Washington. Por la Iniciativa Mérida, el gobierno calderonista recibió diariamente un millón 280 mil dólares para mejorar policías, áreas de inteligencia, infraestructura policial, reformas legales. Al reguero de dinero le correspondió el reguero de cadáveres.
La mimetización del calderonismo para convertirse en el uribismo colombiano pasó facturas parecidas en cada país. La guerra de Uribe, infectada de paramilitarismo y germen del narcotráfico, tuvo su correspondiente versión mexicana. Cuando se fraguó el Plan Mérida, oficializado en 2007, la intención era nombrarlo Plan México, en espejo del Plan Colombia. Hubo cautela.
Más allá de ello, el juicio de Nueva York hiere profundamente al panismo. Felipe Calderón, y su grupo político, comandaron al PAN en distintas versiones desde fines de los noventas hasta perder el gobierno (y el partido) después del 2012. Pero esta pérdida es enorme. La presidenta Claudia Sheinbaum señaló que Calderón tenía que pedir perdón. Es parte de la reyerta política donde Morena saborea la sentencia con mieles que pueden resultar amargas en un futuro próximo.
El PAN debería ofrecer la disculpa. Por el error histórico, por las cuentas perdidas, por la necesidad de rehacerse ahora como oposición si quiere regresar al gobierno. Hay oposiciones derrotadas por las persecuciones, las batallas electorales, los encarcelamientos políticos, las trampas. No es el caso de este PAN que es víctima de sus propios errores y extravíos.
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Para el actual gobierno morenista hay triunfo de una narrativa, una satisfacción de tener correspondencia de quien menos lo podrían esperar. El mensaje, empero, debería provocar la reflexión. La envoltura del juicio de García Luna es la misma del moño con el que fue entregado “El Mayo” Zambada a la misma Corte neoyorquina. La política de seguridad se dicta en Estados Unidos y si no es correspondida hay castigos ejemplares, sin importar que en ellos vaya una total injerencia en asuntos internos.
La tenaza que le aprieta con el plagio de “El Mayo” es la misma que asfixió al ex secretario de Seguridad. Es hora que no hay explicación alguna de cómo llegó Zambada a esa Corte, bajo qué acuerdos, sobre qué alianzas, con qué advertencias. Lo de García Luna fue algo más que el ajuste de cuentas de las agencias estadounidenses con un ex empleado desleal y corrupto. Es la esencia de la política histórica contra las drogas de Estados Unidos en Latinoamérica. No cambiará.