Vergonzoso por decir lo menos. La actuación de senadores y diputados del oficialismo deja mucho —todo— que desear. Ya comenté sobre Ricardo Monreal en otra entrega; se ufana de ser maestro de Derecho, pero no conoce de técnica jurídica y su defensa de la reforma al Poder Judicial carece de lo más básico: saber qué demonios estaban aprobando. Así la mayoría de los legisladores…
Pero también los asesores del Ejecutivo federal. El expresidente de la SCJN, Arturo Zaldívar, ‘autor intelectual’ de la reforma en comento, plasmó ignorancia y dolo en el texto aprobado. Éste contiene errores.
Ya salió la presidenta Sheinbaum a decir que ello no invalida la reforma. ¿Cómo llegó a esa conclusión? ¡Acertaron! Lo afirma el ex ministro… La mandataria se refirió a las inconsistencias en los artículos 94 y 97 de la reforma al Poder Judicial, pero hay varios más. ¿Cómo cuál? Pues la desaparición de las salas de la SCJN, mismas que deberán continuar sesionando para que el trabajo no continúe acumulándose, mientras el entuerto no se solucione totalmente…. ¿La reforma no tenía como propósito hacer la justicia pronta y expedita? Esto la hará aún más tardada.
Vamos a dejar bien claras las cosas de una vez por todas: ¡lo que se requería era una reforma a los Poderes Ejecutivos federal y locales! Los embudos (97% de los casos NO llegan a judicializarse) y lo más nocivo y corrupto de la falta de procuración de justicia no está en los juzgados; se encuentra en las fiscalías estatales y federal, así como en sus brazos operativos que son los agentes del Ministerio Público (en las policías —hay también una falta abismal de personal, de preparación y de competencia— y ahora en la Guardia Nacional y en las Fuerzas Armadas, cortesía de Regeneración Nacional).
¿Se quiere procurar justicia? El fortalecimiento institucional debe darse ahí; lograr el trabajo en conjunto entre los diversos niveles y tipos de autoridad de la rama Ejecutiva de la administración pública.
Pero en lugar de legislar en ese sentido, se procuraron modificaciones para ahondar los alcances de figuras jurídicas como es la prisión preventiva oficiosa. Un retroceso que le arrebata a los individuos la posibilidad —la garantía ya no se tenía— de un proceso judicial justo. Las fiscalías y los ministerios públicos se han vuelto ejecutores de condenas contra personas que no han tenido un juicio. Violación de los derechos humanos de cualquier individuo. La figura impulsada con celo por López Obrador solo ha servido para mantener en la cárcel a quienes menos recursos tienen (¡primero los pobres!) o bien, para amedrentar a críticos a la autoridad.
No hay sorpresa. La estrategia de seguridad presentada el martes por el secretario García Harfuch y la presidenta Sheinbaum no contempla ni el fortalecimiento de las policías ni de las fiscalías; las piezas fundamentales para asegurar un proceso judicial justo para cualquier persona. ¿Sabían ustedes que las fiscalías de la República (federal y estatales) arrastran un atraso en más de 2 millones de casos?
Lo ideal sería en este galimatías de enredos y yerros imperdonables que el oficialismo pusiera un ‘alto hasta nuevo aviso’ tanto a la reforma judicial, como a la Ley General de Medios de Impugnación. Sin embargo, ya no guardo esperanzas. El único derecho que ‘el segundo piso de la transformación’ respeta es el “voy derecho y no me quito”.
Se equivocaron, la reforma requerida era otra, pero se sabe que no aceptarán nunca su error.
Poner en agonía a la prensa crítica
Miedo, censura, ¡autocensura!, zalamería; llámenle como quieran. El criticar al obradorismo ha tenido sus costos. ¡Vaya que los ha tenido!
“Haiga sido como haiga sido” (y sigue siendo), no ha existido plena libertad de expresión en México. La crítica al gobierno siempre ha sido combatida desde la autoridad en nuestro país, solo que en el sexenio recién fenecido se incrementó el vituperio (y la persecución por consecuencia) hacia la prensa. De hecho ha habido diversas bajas de periodistas, articulistas, comentaristas, analistas por señalar —en ocasiones muy vehementemente— los colosales desaciertos del gobierno. No lo olvidemos, controlar la opinión es también una de las directrices contenidas en el “Foro de Sao Paulo”…
Lo que se ve no se juzga, ¿no les parece que una a una las voces críticas fueron desapareciendo de los medios? Unos por ser concesionarios; otros por tratarse de empresas pegadas a la ubre gubernamental; por ambas cosas los más.
No se trata de uno o dos casos, hablamos de una veintena. Silenciar a los críticos aduciendo: “los tiempos y los ciclos se han cumplido”. Luego ingresar adeptos del gobierno en turno. ¿Es tan difícil permitir —ya no se diga alentar— la crítica más allá del gobierno en turno?
Se puede afirmar: ha existido la censura. En ocasiones son los propios medios de comunicación los que optan por esta; hay miedo y/o cálculo. Piensan que despedir a determinado analista los coloca de mejor manera frente al poder de la autoridad. También hay este esquema: mantener a unos y despedir a otras basado en la cercanía/lejanía de dichas personas a la fuente de poder político. Entre menos conocidos sean los comentaristas, más vulnerables a este tipo cómputo, pero en ocasiones la guillotina cae incluso con importantes figuras del periodismo.
Lo que es una verdadera tragedia, pues el México que estamos viviendo —en particular épocas como esta, de un poderío descomunal del oficialismo— es cuando la crítica es más necesaria.
Los medios informativos críticos no debieran mandar al final del periódico la nota sobre el asesinato del edil de Chilpancingo. Y no, no nos confundamos. No se pide ni el morbo ni hacer el caldo gordo al crimen organizado, sino tener el valor civil de explicar, en primera plana, lo que ocurrió en la capital guerrerense.
Esa misma prensa —ya no se diga el gobierno— que permite que un mequetrefe que engaña abiertamente con una tesis de maestría falsa haga “preguntas” en las mañaneras. ¡Qué manera tan ruin de devaluar al periodismo!
Los medios críticos son fundamentales; no deben limitarse a decir “ojalá que le vaya bien a Claudia Sheinbaum” y con ello obviar los problemas y las pifias de su novel gobierno. La tibieza no es buena prensa en estos momentos.
No es posible guardar silencio cuando México es el país más peligroso para ejercer el periodismo (sin contar a los países en guerra, claro está). Al menos 47 periodistas fueron asesinados en el sexenio de López Obrador. Sin olvidar los que han sido amenazados; entre ellos los más notorios casos son el de Azucena Uresti y Ciro Gómez Leyva.
Críticas al esposo de la gobernadora de Baja California, Marina del Pilar, o miedo de Luis Arnoldo Cabada a que el gobierno de la entidad le retire la concesión de su canal, aparte, debiera haberse dado un reclamo unánime de todo el gremio periodístico al despido del comentarista Gustavo Macalpin del canal 66 de Mexicali. Nada. La “autocensura” asestó un nuevo golpe a la libertad de expresión.
Por ser una voz muy dura crítica al régimen obradorista, ahora claudista, se decidió darle las gracias a Lilly Téllez por cuanto a su participación en Grupo Fórmula, pero ese medio informativo nada hizo cuando Epigmenio Ibarra agredió en vivo a Miriam Moreno. ¡Y no solo Radio Fórmula! El feminismo completo de Regeneración Nacional guardó silencio. ¿Resultado? El propagandista se creció y, en edición posterior, le hizo exigencias hilarantes al conductor Gómez Leyva…
Desde el oficialismo “se aprieta” a los medios o estos, a su vez, intentan “acomodarse” con el nuevo gobierno. Se está cerrando espacios y dando un vuelco sumiso y complaciente hacia el oficialismo. Las consecuencias no serán benéficas ni siquiera para el régimen, ya no se diga para los mexicanos en general.
Lo que interesa ahora es saber lo siguiente: esas bajas, ¿las seguirá habiendo? Esa es la pregunta fundamental y se puede refrasear como: ¿ya se detuvo la sangría de comunicadores?
Evidentemente, no debería haber ningún despido por el solo hecho de criticar al régimen, ya sea a nivel federal o local. Ello independientemente de que a estos les esté yendo bien o mal; estén haciendo las cosas razonablemente bien o no. También debiera ser independiente al grado de crítica que se dé al gobierno.
Una vez más, ¿quién de su gabinete odia tanto a Sheinbaum que permite (e impulsa) la idea de que es intolerante a la crítica? Noción que, por cierto, es falsa. ¿Desde su equipo de comunicación desea plasmar un aspecto muy positivo de la presidenta? Pues bien, subrayar que ella sí ha entendido el valor del periodismo libre y sin cortapisas, cosa que muchos de Regeneración Nacional debieran emular. Ya van tarde.
Triste realidad la que estamos enfrentando. Y si a esta se suma el que cada día se lee menos, se informa más mal y se inundan las redes con propagandistas gubernamentales, el resultado es verdaderamente alarmante. El poner en agonía a los críticos al gobierno solo anuncia tiempos muy complicados.
Giro de la Perinola
En ese tenor, debía haber sido fundamental incluir en la estrategia de Seguridad Pública de Omar García Harfuch un esquema especial de protección general, y a la vez profunda, a la integridad de los periodistas. Brilló por su ausencia en la presentación que se hizo el martes pasado.
Es que, si hay algo que es blanco del crimen organizado en nuestro país, es el periodismo. El gobierno de Claudia Sheinbaum no puede pasarlo por alto.