La prensa era el cuarto poder. Hoy lo es cada ciudadano que decide sacar su celular y comenzar a grabar una injusticia o un evento con valor periodístico.
El título de “periodista” está muy vapuleado. Se utiliza como una etiqueta para excluir de manera elitista, y al mismo tiempo, para desacreditar, especialmente cuando son críticas al gobierno.
En este sexenio, se ha observado cómo algunos Youtubers afines al gobierno ganan protagonismo en espacios oficiales, mientras que la prensa crítica es atacada y desacreditada diariamente.
Sin embargo, antes ser el cuarto poder no era tan sencillo.
Requería formación y compromiso. Amor a las letras y a la tinta.
Y digo amor porque nadie se hacía periodista para buscar riqueza.
Quizá por ese mismo compromiso, el gobierno se dedicaba a espiar a periodistas. Esto lo confirma el informe final “Fue el Estado (1965-1990)” del Mecanismo para la Verdad y el Esclarecimiento Histórico, que revela que entre 1965 y 1990, el aparato de inteligencia mexicano violó los derechos humanos de al menos 250 comunicadores.
Durante décadas, se vigiló de cerca a periodistas, escudriñando en sus actividades profesionales y personales.
No se trataba de informar, sino de controlar y, en muchos casos, reprimir.
Un caso emblemático es el de Manuel Buendía, considerado uno de los primeros asesinatos de la narcopolítica en nuestro país. El informe destaca que este caso no fue el primero en la historia del periodismo mexicano, pero sí uno de los más mediáticos debido a la notoriedad del periodista y al reclamo unánime del gremio.
La revelación de este organismo oficial no cuenta nada nuevo. Solo confirma que secretarios de Estado, gobernadores, policías y hasta elementos del Ejército estuvieron involucrados en actividades de espionaje y represión contra la prensa. El informe detalla que hubo al menos 24 víctimas de ejecución extrajudicial y siete de desaparición forzada, tortura y ejecución extrajudicial, incluyendo familiares de periodistas.
Incontables anécdotas “off the record” de periodistas confirmarían hechos como estos en todo el país.
La impunidad fue, y sigue siendo, el sello distintivo de estos abusos de poder.
Lo más alarmante es que este patrón parece perpetuarse en la actualidad.
El gobierno de López Obrador ha negado que la vigilancia a la prensa continúe. Sin embargo, organizaciones de la sociedad civil y equipos de investigación periodística han documentado un aumento en las agresiones a periodistas y el uso de spyware como Pegasus.
México sigue siendo uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo.
Cualquier valiente que se dedique a comunicar en este país sabe que siempre pasan cosas “raras” en sus dispositivos.
Ruidos en el teléfono. Intentos de acceso al correo electrónico. Ataques cibernéticos a sus redes sociales y páginas web.
“Pájaros en el alambre”, se le decía.
Hoy ya no solo se les espía; también se les mata
Según Reporteros Sin Fronteras, México es el país sin guerra más peligroso para periodistas.
¿Ya sabemos quién intentó matar a Ciro?
Él por lo pronto mejor se va a Madrid.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha pedido revisar el informe de este organismo, afirmando que se atenderán las recomendaciones.
Esperemos.