El nombramiento de Juan Ramón de la Fuente pasó por una unanimidad en el Congreso y es una buena noticia, por quien es ya el nuevo canciller, un político preparado y eficaz, y porque una tarea urgente de la nueva administración es recomponer las relaciones deterioradas durante la administración de Andrés Manuel López Obrador, quien no participó en ninguna cumbre global durante su gobierno, no hizo prácticamente viajes al exterior (y el que hizo mejor no lo hubiera hecho: fue para implícitamente apoyar a Donald Trump cuando éste buscaba su reelección) y pese a insistir una y otra vez en el no involucramiento en los asuntos externos de otros países (lo que usó para no pronunciarse sobre la invasión rusa a Ucrania o sobre las elecciones en Venezuela), lo terminó haciendo, dejando prácticamente rotas las relaciones, con Perú, Ecuador, durante un tiempo con Bolivia y con Argentina. Ni hablar de lo sucedido con España.
En el caso de Ecuador recordará usted cómo el año pasado fue sacado, en un hecho diplomáticamente también intransitable, el exvicepresidente Jorge Glas de la embajada de México en Quito. Eso detonó las relaciones bilaterales, pero hay que reconocer también un punto: México estaba brindando protección a un hombre que no estaba perseguido por delitos políticos, sino por corrupción y por haber negociado el ingreso de las FARC y, con ellas, del Cártel de Sinaloa y grupos del narcotráfico colombiano a Ecuador.
Fue el acuerdo (que exhibimos con documentos de las propias FARC en el libro Las FARC en México, 2012), que implementó el entonces presidente Rafael Correa, ahora asiduo visitante de México a pesar de que vive actualmente en Bruselas, porque tiene orden de captura en su país, mediante el cual las FARC pudieron operar desde la frontera de Ecuador con Colombia, pero con ello trasladaron también a Ecuador sus negocios con la droga. Eso fue lo que permitió que el Cártel de Sinaloa ingresara a Ecuador, controlara a los grupos criminales de ese país (luego lo haría el CJNG para articular a los suyos) y lanzaran a Ecuador a una vorágine de violencia, que tuvo su punto más alto con el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. Cuando Daniel Noboa asume, México le dio refugio a Jorge Glas, pero el gobierno ecuatoriano lo sacó de la Embajada y se detonó el conflicto diplomático.
Pues bien, ahora fue Estados Unidos el que le prohibió el ingreso a Glas y a Correa a su territorio acusados de corrupción y de haber facilitado el ingreso de los grupos del crimen organizado en su país. Glas está preso en Ecuador y podría ser extraditado a Estados Unidos. Correa podría tener una orden de aprehensión internacional. Quizás ya sería hora de ir enmendando las relaciones salvo que aquello de la no intervención se aplique sólo con los países con gobiernos amigos.
Con España se ha dicho mucho desde México (y también desde la Península Ibérica) sobre algo que es surrealismo político puro: lo ocurrido hace 500 años con la llegada de los españoles a América. Ni México existía entonces ni tampoco España. Aquí existían distintos conglomerados y regiones autónomas y casi todas dominadas por los mexicas, los aztecas, esas comunidades como los tlaxcaltecas, fueron determinantes al sublevarse y colaborar en la caída de Tenochtitlán. Muchos de ellos fueron el origen del mestizaje que es parte indisoluble del México de hoy: somos un país mestizo. España no existía, eran entonces los reinos de Castillas y Aragón. México y España terminaron creándose como tales siglos después. La insistencia con la disculpa es una barbaridad, más aún cuando el padre de Felipe VI, el entonces rey Juan Carlos ya lo había hecho públicamente en una reunión iberoamericana, de ésas a las que México dejó de ir. Por cierto, la próxima, el año entrante, es en España ¿irá la presidenta Claudia Sheinbaum? Ojalá lo haga.
Con Estados Unidos el expresidente tuvo la ocurrencia de dejar en “pausa” como si eso fuera posible, la relación con Estados Unidos y con el embajador Ken Salazar por lo ocurrido el 25 de julio con El Mayo y El Chapito que terminó con ambos detenidos ese día en Nuevo México. Hemos dicho muchas veces que ése fue el resultado de una operación de inteligencia exitosísima de la Unión Americana, aseguran que de su Homeland Security, que encabeza Alejandro Mayorkas (quien vino a la toma de posesión de Claudia), pero lo cierto es que México no sabe aún cómo se hizo ese operativo.
Pero todo llegó al ridículo cuando el expresidente atribuyó la violencia en Sinaloa y otras partes del país a esa detención, que el gobierno mexicano no hizo porque no la quiso hacer. Y estamos hablando de criminales transnacionales, que aquí han dejado el sexenio pasado 200 mil muertos y 51 mil desparecidos y que en Estados Unidos provocan 100 mil muertes al año por sobredosis (medio millón de muertos por sobredosis en la Unión Americana durante el sexenio de López Obrador). Si no se entiende que esas estructuras deben ser destruidas y si se intenta negociar con ellas, como hizo la administración pasada, entraremos en una espiral de crisis con nuestros principales socios comerciales de consecuencias imprevisibles, no se entiende por dónde pasa la relación. Por lo pronto Trump ya anunció que si gana las elecciones la primera decisión que tomará en La Casa Blanca será cerrar la frontera con México.
De la Fuente tiene muy claro cuáles son las prioridades diplomáticas y los principales intereses económicos, políticos, sociales del país. Es el momento de dejar atrás una diplomacia anacrónica y extemporánea y poner a México en el lugar internacional que merece.