Claudia Sheinbaum Pardo ya es la presidenta número 66 en la historia de la República Mexicana. Es la primera mujer en ocupar el cargo en 200 años y su toma de posesión el día de ayer constituye un hecho histórico para la democracia no sólo de México, sino de Norteamérica. Ayer, en el Palacio Legislativo de San Lázaro, ante el Congreso de la Unión instalado en sesión general, la doctora en Ingeniería Ambiental que dirigirá los destinos del país por los próximos seis años dio su primer discurso a los mexicanos, luego de que le impusieron la banda presidencial. Más tarde, en el Zócalo, en un mitin organizado por su partido, enlistó sus 100 compromisos de gobierno.
Tanto en sus dos mensajes, como en las formas, fue inevitable ver que la nueva presidenta sigue imitando el mismo estilo, el tono y hasta los simbolismos y rituales de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador. De hecho, el arranque de su mensaje de toma de protesta lo dedicó a elogiar y a reiterar su lealtad y admiración por el expresidente, a quien en un lapsus que revela la dependencia que aún mantiene hacia él, lo llamó todavía “presidente”, cuando ella ya portaba en el pecho la banda presidencial.
“Como dice el presidente, dar de comer a quien nos da de comer. No permitiremos la siembra de maíz transgénico”, dijo Sheinbaum en su discurso ante el Congreso; luego, cuando cayó en la cuenta del resbalón, de inmediato ella misma corrigió: “Andrés Manuel López Obrador, como dice Andrés Manuel López Obrador. No permitiremos la siembra de maíz transgénico, seremos autosuficientes no solo en maíz sino en otros cultivos”.
¿Fue sólo un lapsus por la costumbre de llamarlo “presidente” durante las tantas giras que realizó con él en las últimas semanas o a la doctora la traicionó el subconsciente? Más allá de lo anecdótico del tema, lo que es un hecho es que ayer, en medio de aclamaciones, reconocimientos y buenos deseos de muchos mexicanos –incluso de la oposición, como el ex presidente Calderón al que ella atacó en su discurso mientras él le deseaba en redes sociales “sinceramente que le vaya bien, que sea una auténtica Jefa de Estado”— la presidenta Sheinbaum decidió realizar sus primeros actos y sus primeros mensajes exactamente igual a los de López Obrador cuando tomó posesión en 2018.
Si en el Congreso le rindió tributo a él antes de hablar de cualquier problema que afecta a los mexicanos, en el Zócalo le copió de manera íntegra el formato del “festejo” de su asunción como presidenta, con todo y “bastón de mando” que le entregaron los pueblos originarios, tal como lo hicieron con AMLO hace 6 años, con un Zócalo lleno por espontáneos, pero también bases de acarreados provenientes de los estados y de organizaciones sindicales de la 4T, y hasta en el formato de su mensaje desde la plaza política por excelencia, donde enumeró, igual que López Obrador, los que serán sus 100 compromisos de gobierno para los próximos seis años.
Fue inevitable ver y sentir, tanto en San Lázaro como en la pletórica Plaza de la Constitución, la sombra de López Obrador como el caudillo que se va, pero no se va, porque sigue presente y latente en las formas y los estilos, desde el modo de hablar hasta el modo de presentarse ante los mexicanos. Fue como si, tal como lo hizo en su campaña y en la construcción de su candidatura presidencial, la ahora presidenta hubiera decidido que ella tiene que seguir imitando el estilo y las formas de su mentor político, sin dejar aún que aflore su propia personalidad y su estilo personal de ejercer el poder.
Hoy, en el que será su primer día de actividades formales, la doctora lo comenzará exactamente igual que su antecesor, con una conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional, en la que también será una copia de la que fuera la principal herramienta de gobierno de López Obrador durante sus seis años, aunque lo que ha trascendido es que las suyas serán conferencias mucho más breves y no necesariamente con preguntas de los periodistas todos los días.
Después de su primera “mañanera”, tendrá actividades privadas en Palacio y por la tarde viajará a Guerrero, en particular a Acapulco, para supervisar junto a la gobernadora morenista Evelyn Salgado y junto a su gabinete que se trasladará con ella, las labores de rescate y apoyo a los damnificados del huracán “John”. Quizás esa será la primera diferencia que marque la presidenta Sheinbaum con su antecesor. Porque López Obrador, aún en la peor tragedia que vivió Acapulco hace un año con el huracán “Otis” que devastó a ese puerto, nunca quiso hacer una gira pública de supervisión y auxilio a los acapulqueños, porque decía “cuidar la investidura presidencial”.
Veremos si en los días, semanas y meses por venir, en el que no tendrá un fácil inicio de sexenio, la doctora empieza a desmarcarse o no de los estilos, las formas y el tutelaje político de López Obrador. Porque ayer en su ascenso a la Presidencia, claramente ella decidió seguir imitándolo y copiando los pasos de su mentor, tal y como siempre lo dijo en sus discursos como presidenta electa.
La próxima semana, según anunció ayer en el Zócalo, la presidenta presentará su estrategia de seguridad para el país, con la que pretende apagar los muchos fuegos en materia de violencia del narcotráfico que le heredó López Obrador en varios estados y regiones de la República. Ese podría ser otro tema en el que ella marcara una diferencia con su admirado líder, porque difícilmente la doctora podrá ratificar la fallida y negligente estrategia de los “abrazos, no balazos” que tanto defendió en campaña, pero que ahora como presidenta no podrá repetir, si no quiere que se le termine de descomponer la República.
Por ahora, en el inicio histórico de su Presidencia, la primera mujer que ya es la jefa de Estado mexicana ha decidido claramente seguir bajo la sombra del caudillo. La pregunta que sigue flotando en el ambiente, aun con las buenas señales que ayer dieron los mercados con la recuperación del peso, es ¿hasta cuándo la doctora dejará ver a los mexicanos quién es realmente ella y cómo piensa sacar adelante al país más allá de su apego a los estilos de López Obrador?
NOTAS INDISCRETAS… La transmisión de la ceremonia constitucional de toma de posesión, coordinada por el Sistema Público de Radiodifusión que dirige Jenaro Villamil, estuvo plagada de errores, tomas equivocadas y mala planeación. El error más grave ocurrió en el momento en el que la diputada Ifigenia Martínez, quien por cierto llevaba preparado un discurso que nunca le dejaron leer, le iba a colocar la banda presidencial a la doctora Sheinbaum. En la imagen que se difundió en pantalla se ve a Ifigenia sentada y se escucha el momento en el que ella dice: “No me puedo parar”, lo que al parecer asustó al productor que ordenó cambiar la toma y de pronto no se pudo ver en la imagen el momento en el que ayudan a levantar a Ifigenia y le coloca la banda presidencial a la presidenta. Es decir, que el momento cumbre, el más importante que representa la investidura como presidenta, no fue captado por las cámaras oficiales. Productores y directivos de medios privados se quejaron ayer de que es la primera vez en la historia que varios medios se salieron de la cadena nacional, ante la cantidad de errores que se estaban cometiendo en la transmisión. Por ejemplo, nos decía un directivo de una televisora privada, la orden de la cadena nacional a las estaciones de radio y TV normalmente se enviaba con 10 días de anticipación, pero en este caso la mandaron apenas el lunes. Tomas mal hechas, risas y comentarios de la cabina de producción que salieron al aire, por ejemplo cuando el presidente López Obrador va bajando la escalinata de San Lázaro, se abre la toma y se escucharon risas de los operadores en cabina. Fueron tantos y tan notorios los errores, que ayer no faltó quien se preguntara si todo fue por una mala planeación y una pésima dirección de la producción o si alguien quiso sabotear a la doctora en su toma de protesta. Con la 4T nada puede descartarse… Y hablando de la ceremonia de ayer, una ausencia que muchos no notaron, pero que pesa políticamente fue la del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. El fundador del PRD y tres veces candidato presidencial fue invitado a la toma de posesión personalmente por la doctora Sheinbaum, quien le pidió a su hijo Lázaro Cárdenas Batel, jefe de la Oficina Presidencial, que se encargara de que su padre estuviera presente. El liderazgo moral de Cuauhtémoc, quien tuvo fuertes y serias diferencias con el estilo de López Obrador, es algo que reconoce Claudia Sheinbaum, tanto así que, en campaña, como ya de presidenta electa se reunió con el ingeniero y con Lázaro, a quien primero invitó a Pemex, pero ante su negativa terminó integrándolo a su staff y a su círculo más cercano. Sin embargo, por una razón que ayer nadie sabía, Cárdenas Solórzano no estuvo en el Palacio de San Lázaro y su ausencia es sin duda notoria e importante. ¿Sería algún tema de salud o sería que el ingeniero quiso poner “sana distancia” no tanto con Sheinbaum, sino con Andrés Manuel?… Los dados repiten Escalera. Éxito para el nuevo gobierno.