El primero es el funcionario de mayor rango, el único secretario de Estado mexicano, hasta ahora, condenado en Estados Unidos. El segundo es el capo de mayor longevidad, no solo del país, sino también del crimen a nivel mundial y que podría terminar ejecutado con una inyección letal.
El miércoles, Genaro García Luna se encontró con su esposa Cristina Pereyra, tan pronto él entró a la sala, custodiado por cuatro elementos Marshalls, vestidos de negro, cada uno más grande que el otro y que no superaban los 40 años. Al encontrar a su esposa, García Luna cambió el rostro serio e inexpresivo por uno de alegría. Le dijo “te amo”, le aventó un beso y se tocó el corazón. Ella platicaba en secreto con su hija, ambas rieron durante un buen rato, como si no les preocupara el futuro del sentenciado o como si no quisieran demostrar debilidad.
García Luna se mantuvo sin cambios frente a la metralla en su contra. Empezó su abogado. Dijo que era un hombre con la vida destruida, sin dinero, sin reputación, atacado por la prensa y por el gobierno de México. Siguió la fiscal acusadora. Delgada, joven y de rasgos indios. Le hizo notar al juez Bryan Cogan que del otro lado de la frontera había mucha gente al pendiente de su decisión y que debía mandar el mensaje correcto. Te digo, Juan, para que entiendas, AMLO. Que García Luna era peor que “El Chapo” porque lo había dejado existir. Que tal vez no jaló el gatillo, pero que tenía las manos llenas de sangre. Que el Cártel de Sinaloa no habría crecido sin su ayuda. Y remató el juez. Conductas como la de usted le abren paso a criminales. Revisé los 30 premios que le entregaron como policía y no me conmovieron, sino me confirmaron que usted tenía una doble vida. Usted actúa igual que “El Chapo”, ambos están cegados. Usted pasaría el polígrafo porque se cree sus propias mentiras. 38 años de cárcel.
El viernes, Ismael “El Mayo” Zambada entró vestido de color beige en pantalón y camisola, una playera naranja que solo asomaba por el cuello, tenis negros de suela blanca. Pasos cuidadosos, jorobándose. El bigote más largo que la barba, completamente blancos. La nariz chata en el tabique. El pelo largo, peinado hacia atrás, en dos colores. Canas en la raíz, tinte negro en las puntas. Dio las buenas tardes a sus abogados, con una sonrisa. Se sentó con dificultad. Le temblaban las manos. Chocaba las yemas de sus dedos. Se movía en la silla giratoria. Escuchó que ese día no analizarían si hay conflicto de interés porque su abogado es también el de su hijo “Vicentillo”, quien coopera para el gobierno de Estados Unidos. Si es llamado a declarar no podría negarse. Escuchó que podría ser sentenciado a pena de muerte si la Fiscalía lo solicita, porque no fue extraditado desde México, el candado que lo impide. Escuchó que en 90 días volverá a ver al juez. No dijo nada. Terminó la sesión y se levantó con la misma dificultad, para desaparecer por la puerta lateral. Esto apenas comienza.
Stent:
Muy curioso. Manifestantes y youtuberos afines al régimen aparecieron enjundiosos en la calle y en la Corte el día de la condena a García Luna. Dos días después, desaparecieron para la audiencia de “El Mayo”. No piensen mal. A lo mejor se les acabaron los viáticos.