Llegan empatados a la meta. Sin embargo, mucho se ha dicho esta semana, para la Casa Blanca él es el que se aproxima con un impulso. Nada hace sentido. O sí…
No me sorprende que Donald Trump quiera ser presidente de los Estados Unidos por segunda ocasión, tampoco a estas alturas me llama la atención su forma de ser. Lo que sí es de llamar la atención es que tantísimas personas sigan identificándose con su carácter.
Mas, ¿por qué habría de ser de otra manera? Después de todo, ese hombre sobrado de sí mismo, pero a la vez sin filtros ni inhibiciones, es lo que desea más de un estadounidense cuando se confiesa a sí mismo en la privacidad de sus fueros internos. ¡Y qué digo de los norteamericanos! Miles de millones de personas ven en Trump lo que ellos no pueden expresar pero quisieran. Además, uno supondría que algo de moral y algo de honestidad no hay en casi ninguno de los políticos. Que aparenten tenerlas es otra cosa…
En fin. Pues no, el anaranjado personaje ni las tiene ni mucho menos las aparenta, y de ahí el éxito de su primera y segunda campaña.
Veamos, Mike Pence, quien se desempeñó como su compañero de fórmula y vicepresidente del 2016 al 2021, declaró en Fox News que no puede “en conciencia apoyar a Trump en esta segunda campaña”. A partir del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, cuando Pence decidió continuar con la sesión en el Senado que certificaba la victoria electoral de Joe Biden, inició el quiebre entre ambos personajes. Trump le había dado la indicación de retrasar, detener la sesión y de plano desconocer los resultados que lo habían derrotado.
Varias cosas. (1) Como Pence, muchos, entienden y saben que el expresidente norteamericano no tiene inhibiciones. Que se trata de un desquiciado en más de un sentido y que va así por el mundo. (2) Un gran porcentaje de estos lo apoyan precisamente por ello. (3) Lo que quizá los menos saben es que a lo largo de estos últimos cuatro años, esa desinhibición, ese autoritarismo y esa franca megalomanía ha alcanzado nuevos niveles. Hoy dicho señor es sumamente peligroso para él, para Estados Unidos y —lo que a mí más me preocupa— para el mundo.
Les recomiendo escuchar un podcast de Ezra Klein, periodista, columnista y analista del New York Times, “What’s Wrong With Donald Trump?” El ex mandatario no ha dejado de ser un narcisista de mucho cuidado, lo que ha cambiado es que se ha ido deshaciendo de los diques de contención que lo rodeaban. Eso es lo que lo hace hoy sumamente peligroso.
Y este elemento es el que habría que subrayar (Kamala Harris no ha sabido hacerlo): un segundo mandato de Donald no sería más de lo mismo; sería infinitamente peor. Para Estados Unidos, pero también para el resto del orbe.
A mis lectores en México se los voy a poner de esta manera: ¿qué sería peor, el primer sexenio de López Obrador que ya vivimos o un segundo sexenio —ahora que vuelva— sin Poder Judicial, sin órganos constitucionales autónomos, sin ninguna oposición política (ya ni la simbólica)? Pues lo mismo ante la alta probabilidad de un segundo mandato de Trump.
Perdido lo que lo contenía antes, ahora no tendría ningún reparo en terminar de dinamitar las instituciones estadounidenses y encender la mecha para que el mundo arda.
A Trump le resulta ser Trump y eso solo se ha extendido a últimas fechas. Sus bravatas y bravuconadas son muestras de su tan dañino carácter que le reditúa. Mientras más fuerte grite, mayores mentiras alardeé, mejor le va con la gente. Y le subirá a los decibeles.
Los gringos están a punto de tropezarse dos veces con la misma piedra. Salvo que no será la misma piedra, sino una bola de nieve que ya ha rodado mucho y ha crecido de tamaño al punto de hacerse incontenible. Así, lo que pocos miden —igual entre seguidores como críticos— es que esto no sería un segundo período de lo mismo de Trump. Él, en cuatro años, se ha radicalizado profundamente. Ya de antemano anunció se va a deshacer del personal del gobierno quienes cuentan con servicio profesional de carrera, por ejemplo. O bien, clausurará la frontera de manera definitiva.
Que Trump llegue a la presidencia nuevamente puede ser el fin del mundo como lo conocemos. No exagero. Esa es la seriedad de todo esto. No solo Estados Unidos se juega su futuro; aquí se podría estar jugando el de la humanidad. Los norteamericanos están apostando sin conocer el monto de la pérdida.
Giro de la Perinola
– Entre las muchas mentiras que Trump nos receta y que él cree son ciertas está el sostener que, con Biden, Estados Unidos vivió “la peor inflación que jamás haya tenido” (9.1% en junio de 2022). No es así, la peor registrada en tiempos modernos fue en 1981. Además, actualmente la inflación es del 2.4% (menor a cualquier momento del cuatrienio de Trump).
– Trump calla que con Biden ha habido un aumento de casi 16 millones de puestos de trabajo y que el desempleo ha batido el récord mínimo del 3.4% (esto es, ha tenido la tasa más baja en los últimos 50 años).
– La economía de la comunidad latina en Estados Unidos es gigante. De hecho, el PIB de los latinos (2022) que vivían en Estados Unidos fue de 3,68 billones de dólares, algo tan grande como la economía de Alemania. Esa economía, la de Estados Unidos en su conjunto y la de nuestro país sufrirían serios descalabros si Trump llegara a ganar.