Un sondeo elaborado por la casa encuestadora Rubrum circuló durante el fin de semana en el gabinete y entre algunos gobernadores morenistas: al público afín a la 4T no le convence que Andrés Manuel López Obrador ubique a su hijo Andy López Beltrán como secretario de organización de Morena.
Rubrum es la compañía de mediciones con la que trabaja Marcelo Ebrard y que le elabora informes de la situación al interior del electorado oficialista. La firma le realizaba las encuestas cuando todavía buscaba, el año pasado, ser el aspirante a la presidencia de Morena.
El dato aporta cierta luminosidad a un tema que suele mencionarse en voz baja en Palacio Nacional: la capacidad de los hijos de López Obrador de erosionar la imagen presidencial.
Según entienden en el entorno del mandatario, los hijos de López Obrador, sobre todo Andy y José Ramón, solo han ganado notoriedad por cuestiones negativas. Nunca han concedido una entrevista ni ofrecido un discurso político, pero, en cambio, se conocen sus relaciones con constructoras, energéticas y laboratorios que lyego consiguen negocios millonarios con el Gobierno.
El presidente conoce el fenómeno y por eso meses atrás les pidió a sus hijos que respondan las acusaciones de supuesta corrupción lo cual hicieron de forma escueta y mediante una misiva escrita que tuvo un impacto más bien imperceptible.
López Obrador conoce que, a lo largo de su sexenio, su peor momento en materia de percepción fue en 2022, cuando tuvo lugar el escándalo de la “casa gris” de José Ramón. Por eso su discurso permanente de que sus hijos no tuvieran cargos ni candidaturas.