El domingo pasado, al medio día, los ánimos estaban por los suelos. La convocatoria para marchar del Monumento a la Revolución al Zócalo de la Ciudad de México en contra de la Reforma Judicial nunca cuajó. Unos pocos cientos de personas terminaron la protesta afuera de la Suprema Corte de Justicia, en medio de las complicaciones por la ruta del maratón. El gobierno local, en tono de burla, cacareaba que sólo se habían juntado 700. Los también pocos jóvenes asistentes, algunos estudiantes, otros ya egresados de la carrera de Derecho, no lo podían creer. Cabizbajos se fueron a casa porque tampoco notaron la presencia masiva de abogados.
Al día siguiente, el lunes, los trabajadores del Poder Judicial se aparecieron en el Ángel de la Independencia, mejor organizados. Vestidos de negro y verde, con veladoras y un discurso claro: no nos van a tumbar. Eso levantó la moral de los jóvenes, en combinación con los desplegados de egresados de distintas universidades que reclamaban un freno al atropello oficialista. De pronto, surgió otro desplegado de egresados, que un inicio era solo de la Universidad Iberoamericana, pero en los despachos más reconocidos corrió la voz y los exalumnos de otros planteles pidieron ser incluidos.
En paralelo, dos egresados de la Escuela Libre de Derecho, entrevistados para esta columna y quienes pidieron no ser identificados, no por temor, sino por respetar la pluralidad del movimiento, comenzaron a reunir los teléfonos de las representaciones de las escuelas de Derecho de todo el país. Para el martes en la noche ya había un grupo de WhatsApp con 12 cabezas. Organizaron una reunión virtual, prepararon un documento de base, totalmente apartidista. El objetivo era poner en el discurso público que los jóvenes tenían capacidad para generar el diálogo que nadie más ha conseguido con el oficialismo. A las pocas horas, el movimiento alcanzó a universidades de todo el país y decidieron hacer la marcha de hoy.
En un inicio, la Estela de Luz había sido considerada como el punto de partida, pero con la efervescencia quedó chico y lo cambiaron al Ángel de la Independencia, con rumbo al Senado. Los mismos jóvenes contactaron a una amiga diseñadora que, gratis, armó el “flyer” amarillo con letras rojas, donde unas manos en blanco aparecen sosteniendo un mallete, el mazo de madera utilizado por los jueces para poner orden en la sala. La salida a redes sociales fue un éxito. La marcha encabezada por alumnos y profesores de la UNAM el miércoles, más las protestas en la Suprema Corte de Justicia, crearon el ambiente perfecto.
Por si algo faltaba, el presidente López Obrador aportó gasolina con su declaración del jueves en la que aseguró que los jóvenes eran manipulados por los profesores. Los organizadores me relatan que ese comentario llenó de aires de valentía y esfuerzo al movimiento, y también me hacen énfasis en que es irónico que él y su sucesora digan eso, cuando emanaron de movimientos estudiantiles, igual que su fuerza política.
Los organizadores quisieron hacer todo como marca la ley. Dos de ellos aparecieron en la Secretaría de Movilidad de la CDMX para notificar de la marcha. En el primer intento, en ventanilla los rechazaron porque no le pusieron el cargo de “Comandante General” al Secretario de Seguridad, Pablo Vázquez. Sacaron una pluma y a mano lo agregaron. A la oficialía de partes no le quedó de otra que recibirlo.
Habemus marcha. Los organizadores también me aseguran que no quedará en eso. Que es un movimiento para recolectar firmas y derechos de petición para que diputados expliquen cómo la reforma garantizará el acceso a la justicia. Las llevarán este lunes al Congreso. Ojalá que la chispa no se apague.