Me encantaría coincidir con el periodista Raymundo Riva Palacio y con el economista Macario Schettino respecto a la lectura que hacen de las manifestaciones que tienen lugar actualmente en contra de la propuesta de reforma al Poder Judicial. No puedo, sin embargo. Celebro su optimismo, mas no lo comparto.
Las protestas de estudiantes en diversos puntos del país, en especial las de la Ciudad de México, muestran que los jóvenes están interesados en lo que acontece con nuestro régimen político-social y el acontecer nacional en general. Me congratulo. Particularmente destacable es la participación de quienes cursan la carrera de derecho pues, con conocimiento de causa, saben que la mencionada reforma dinamitará el Estado de derecho y la división de Poderes, sin mejorar la impartición de justicia en el país.
Pero, de allí a afirmar que las protestas adquirirán tracción y, lo que es más, harán que la Cuarta Transformación reconsidere aprobar e impulsar esa reforma —en los términos en que está planteada–, pues no.
No niego que estas protestas, sumadas al paro de los trabajadores, jueces, magistrados y ministros de la rama judicial del Estado, como críticos del régimen, nos pueden emocionar (ocurría algo semejante cada vez que se congregaba y marchaba la ‘Marea Rosa’). No obstante, estas carecen de varios elementos que son necesarios para hacerlas efectivas, lo que augura se extinguirán pronto.
Los enuncio
Las protestas de estos días en contra de la reforma judicial, si bien son espontáneas y tienen en mi opinión mucha más validez que las que nos tiene acostumbrado el obradorismo, necesitan precisamente de esa falta de naturalidad y de ese sentido de obligación que ha caracterizado a las creadas ex profeso por López Obrador y la “izquierda” mexicana todas estas últimas décadas.
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Paralelamente a lo anterior, las manifestaciones de esta última semana no han estado financiadas a costa de los dineros de las arcas públicas —no cuentan con el financiamiento del Gobierno de la Ciudad de México ni con ‘sobres amarillos’— que sí, en cambio, proporcionaban a las que impulsaban las causas del lopezobradorismo gente como Marcelo Ebrard, Martí Batres o el propio Andrés Manuel, por mencionar tan solo algunos ejemplos.
Las manifestaciones estudiantiles que vemos hoy tampoco cuentan con las estructuras clientelares, los ‘siervos de la nación’ y el andamiaje partidista de un priismo, luego un perredismo, ahora devenidos en morenismo.
En resumidas cuentas, independientemente de las válidas motivaciones que les dieron origen, los integrantes y participantes del paro y las protestas que presenciamos actualmente, y que intentan hacerle frente a la 4t y a las mayorías legislativas del oficialismo, no tienen ni el tiempo ni los recursos materiales para poder continuar en ellas de forma suficiente (ya no se diga indefinidamente).
¿Ello significa que no considero fundamentales estas expresiones? De ninguna manera. Estoy convencida de que la mayor justificación de estas manifestaciones está en que, a la fecha, ningún representante de la 4t —ni uno solo—, de ninguno de los tres Poderes de la Unión ni de ningún nivel de gobierno, ha podido sustentar el que la reforma al Poder Judicial propuesta vaya a mejorar la impartición de justicia en México.
Me temo, no obstante, que la esperanza que han traído las movilizaciones estudiantiles que se ven en las calles no durará. Permítanme decirlo de esta manera: tomar las calles no es un “instrumento fifí”; para protestar de forma efectiva —y por lo mismo perjudicial hacia el poder— se requieren recursos humanos cuantiosos (reemplazos) y a la vez no mucho que perder, ninguna otra responsabilidad que atender y harto tiempo que dispensar.
Detrás de las movilizaciones coordinadas por Andrés Manuel (especialmente entre 1986 y 2007; Avenida de la Reforma, Plaza de la Constitución, Ciudad Universitaria, Oaxaca capital, etcétera) hubo al menos alguno de esos ingredientes.
¿Las manifestaciones de estos días en contra de Regeneración Nacional y lo que será el inicio de su ‘Segundo Piso’? Ya lo dijo el presidente: “los estudiantes están siendo manipulados” y comprados; una forma rápida de desacreditarlos ante los cuatroteístas y sus seguidores. No deja de ser paradójico. Acusa a los estudiantes de derecho de universidades públicas y privadas de estar siendo manejados y sobornados, tal como él y su Movimiento han hecho con sus huestes todos estos años…
Dicho lo anterior, ¿queda algún tipo de esperanza? Si algo de sensatez hay en la 4t, yo diría que el muro de contención está en otro frente. Me refiero a Estados Unidos y las repercusiones económicas que conlleva la reforma. Mas, mismo eso, no estoy del todo segura…
Últimamente me parece que, como parte del malévolo plan del presidente saliente, está incluso el dinamitar el T-MEC y nuestra relación comercial con Norteamérica, con Occidente y con el mundo globalizado. Ayer dos cuestiones me reforzaron esta lectura. Por una parte, AMLO anunciando lo siguiente: “Sería conveniente preparar un plan de sustitución de importaciones, hacia adelante, tenemos una balanza comercial que nos favorece, no tenemos déficit comercial”. Por la otra, la muy desaseada carta (¿quién se las escribe y quién les revisa la redacción?) enviada conjuntamente por Ramón De la Fuente y Marcelo Ebrard al diario The Washington Post.
Quiero detenerme en esta última; una bravata que más bien invita a que nos expulsen de inmediato del tratado comercial. Ese par de futuros secretarios ‘o son o se hacen’. ¿Pasar de largo que López Obrador ha intervenido directamente en asuntos domésticos de diversos países de Latinoamérica y luego exigirle a Estados Unidos —nuestro principal socio comercial— no externar opiniones?
Concluyo. Yo desearía coincidir con Raymundo, con Macario y con todos los que creen que las manifestaciones estudiantiles le meten presión a este régimen. Desafortunadamente, no puedo. Por si fuera poco, he perdido toda esperanza de que quepa la cordura en la única persona que podría parar el suicidio institucional, de libertades y económico que significa esta absurda reforma al Poder Judicial. López Obrador, secundado por sus corifeos en ambas cámaras legislativas, son pirómanos y están jugando con fuego.