Ya nadie niega que Culiacán está en el centro de una guerra entre las dos facciones más poderosas del Cártel de Sinaloa: Los Chapitos y Los Mayos. El propio gobernador del estado, en un video subido esta mañana, reconoció que “los eventos focalizados” que por tercer día consecutivo se han estado presentando en la capital del estado, así como en otros municipios cercanos, obedecen a confrontaciones “entre dos grupos delincuenciales”.
Aunque el secretario de Seguridad Pública, Gerardo Mérida Sánchez, afirmó en otro mensaje que en Culiacán se vive “con tranquilidad normal” (sic) “y todo en orden”, aunque el gobernador Rocha Moya anunció la llegada de refuerzos enviados por el gobierno federal, entre estos “cuatro aviones tipo Texas artillados”, en Sinaloa se viven momentos que nunca antes se habían registrado.
No se trata de los “Culiacanazos”, en que operativos federales movilizaron a cientos de sicarios para evitar la detención de sus capos. Se trata ya de los avisos, los indicios de una confrontación que no se puede desligar de los sucesos de julio pasado cuando —según la versión ofrecida por él mismo— El Mayo Zambada fue traicionado por Joaquín Guzmán López, uno de Los Chapitos, y entregado al gobierno de Estados Unidos.
En un reportaje publicado hace unos días, The Wall Street Journal advirtió que las dos facciones del Cártel de Sinaloa se preparaban para desatar un baño de sangre, reclutando sicarios, aliados y armamento.
Desde el 10 de agosto pasado el gobernador admitió que tras la captura de El Mayo se habían cometido al menos 10 ejecuciones. El mes cerró con 45 homicidios, mientras se reportaba en Culiacán “una tensa calma” poblada, a la vista de todos, por el paso de caravanas con hombres armados.
Ejecuciones y hallazgo de cadáveres han sido el preámbulo de la escalada de violencia que desde el lunes salió a flote. Hoy, afirma un periodista local, los grupos criminales “están peleando su guerra, pero no puede ser su campo de batalla el lugar donde vivimos todos con nuestras familias”.
Todo comenzó al amanecer del lunes con un enfrentamiento entre elementos del Ejército y un grupo de sicarios. La violencia se extendió a la carretera México 15, donde hubo otro enfrentamiento y horas más tarde llegó a Costa Rica y El Salado.
Durante las 72 horas siguientes se reportaron tiroteos entre civiles armados. Hubo bloqueos, vehículos en llamas, camionetas acribilladas, tráileres varados —y otros atravesados en las carreteras.
Las escuelas se quedaron vacías. Autobuses de pasajeros suspendieron sus corridas. Muchos puestos del mercado Garmendia prefirieron cerrar. En la caseta de cobro de Mármol, en la carretera Mazatlán-Culiacán, el personal levantó las plumas y se retiró.
Las redes difundieron incesantemente escenas de caos, de terror, de gritos, de llanto, de rapiña, y también el paso incesante de camionetas marcadas con números y letras.
Priva en redes sociales la indignación, la frustración: la exigencia a las autoridades de que garanticen la seguridad de los ciudadanos, el derecho a retomar una vida normal.
Al ser consultado sobre una posible fractura en el Cártel de Sinaloa, López Obrador respondió: “No quiero adelantar nada”, aunque admitió que “es muy posible” que todo lo ocurrido esté ligado con la captura de El Mayo.
Ayer, entre las 7 y las 10 de la mañana los bloqueos, el humo, las llamas, el eco de detonaciones fueron reportados en la carretera Culiacán-Mazatlán, a la altura de San Ignacio; en el Libramiento Sur Benito Juárez, en Culiacán; en la carretera federal número 15, a la altura del poblado Duranguito; en la calle Benjamín Hill, en el municipio de Culiacán; en las inmediaciones de la sindicatura de Eldorado; en el poblado de Coyotitán, en San Ignacio, y en la carretera 15, a la altura de El Carrizal.
En todos los casos, a pesar de la presencia de más de 1,300 militares, de la llegada de fuerzas especiales y de los famosos aviones tipo Texas, las autoridades quedaron rezagadas. En todos los casos, fueron un paso atrás: en Culiacán, son los criminales quienes tienen la batuta.
El gobernador anunció que los protocolos de seguridad con que cuenta el gobierno permitieron el aseguramiento de vehículos y armamento. ¿Cuántos detenidos van?
Los intentos por minimizar la situación, y de tapar el sol con un dedo, quedan hechos trizas entre el ruido de las balas. Entre las imágenes del humo y las llamas.