“Cuando miras al abismo, la profundidad del abismo mira hacia ti.”
BLANCA MIOSI
De López Obrador me imaginé muchas cosas —todas ellas han ocurrido—, mas nunca pensé que quisiera emular a Porfirio Díaz. Tampoco que en el proceso lograría fastidiar nuestra fiesta nacional. Me explico:
Díaz logró que el aniversario de la independencia de México se celebrara un 15 de septiembre para que coincidiera con su cumpleaños. Ayer, López Obrador secuestró nuestro 15 de septiembre para rubricar la reforma al Poder Judicial.
Encima, para no perder la costumbre, tomó la oportunidad para volver a violar la ley. “Ya, una más, ¿qué le hace?”, ha de decir… y con él sus muchos seguidores.
¿Auto regalo u obsequio pensando en Porfirio Díaz? Sin duda alguna el dictador hubiera estado feliz, feliz, feliz de la desaparición de la autonomía del Poder Judicial.
Seamos francos, ¿quién creyó que AMLO respetaría una resolución judicial? ¿Una? ¿Cualquiera? ¿La que sea?
Le tuvo sin cuidado que un tribunal colegiado hubiese ordenado suspender la publicación de la reforma judicial en el Diario Oficial de la Federación. Ignoró la determinación de la autoridad del Poder Judicial y ¡mandó publicar el decreto en domingo en su edición vespertina! El desacato del Ejecutivo Federal a la resolución judicial era algo cantado, pero no por eso menos ilegal. El respeto a la investidura presidencial quedó como otra falsedad de su diario decir.
La nula prisa que caracterizó al ‘ganso cansado’ no solo en su sexenio, sino también a lo largo de toda su vida, ahora quiso imprimirla, acelerando la destrucción de la autonomía del Poder Judicial e hiriendo de muerte a la enclenque democracia nacional.
La reforma entrará en vigor “al día siguiente de su publicación” esto es, a partir del primer minuto del día de hoy. El Poder Judicial no tiene forma de defenderse. Empezando porque carece de soldados detrás que lo apoyen (en sentido literal y figurado) como sí los tiene el Poder Ejecutivo.
Muestra de la falta de fuerza (que no de legitimidad) por parte del Poder Judicial –y exceso de agandalle del Ejecutivo— es que esta nueva violación del Estado de derecho no genera ni generará consecuencia alguna. El Poder Judicial carece de mecanismos la para hacer valer un amparo… Gravísimo.
Y luego se preguntan el porqué la inversión extranjera no quiere llegar… pues por esa incertidumbre que ya se palpa en México; porque recorremos el camino de la destrucción institucional.
No importa lo que diga la ley o lo que dicten los jueces. El Ejecutivo cuatroteísta y/o el Legislativo pueden hacer lo que les venga en gana. La peor muestra de lo que viene, la dio el mismo presidente: una arrogancia absoluta para ignorar la ley.
Más allá de ello, el desentendimiento que ha habido del régimen ante la falta de parámetros relativos a la implementación de la reforma judicial, empezando con la renuncia de los actuales jueces y magistrados. ¿Quién tuvo la idea de que renuncien ahora para que no pierdan sus derechos? (Eso sí, bien que AMLO arengó ayer hipócritamente por los trabajadores de este país).
¿Qué pasará estos meses entre la renuncia y la toma de protesta de los que vengan? ¿Quiénes van a juzgar de aquí a septiembre del 2025? El que la respuesta quede en interrogante es indicativo de que la reforma es contraria al interés nacional.
Se les criticó a los trabajadores de esta rama del Estado por el paro; se les recriminaba ‘justicia retardada, justicia negada’. Pero nada dicen los oficialistas de los retrasos que se esperan producto de la implementación de esta reforma.
Al conmemorar hoy nuestra independencia, la independencia judicial habrá desaparecido. La reforma es un retroceso para el país y quienes más lo sufrirán son los pobres; los ya de por sí más desprotegidos.
El desacato judicial muestra la boca del abismo a donde se precipita México. El 15 de septiembre de 2024 se recordará como un un día ensombrecido y triste.