En el mes de la Patria se están alineando los astros para otra lucha insurgente, de dimensiones aún impredecibles, pero cuidado, un solo muerto y ahora sí mandarán al diablo a las instituciones.
La unión de estudiantes y trabajadores hace recordar la lucha del 68 del siglo pasado. Para estar a tono, los estudiantes ya se autonombraron la generación del 24, claro, del nuevo milenio.
Sí, en un descuido hacen historia y dejarían su movimiento para la historia.
La clase política que está en el gobierno debería recordar que ellos vienen de esta estrategia, de tomar las calles y plazas, de presionar al poder con manifestaciones y marchas. Es, simplemente, una sopa de su propio chocolate. Saben bien que no tardan en aparecer artefactos explosivos de fabricación casera.
Tan fácil que es abrir un espacio para el diálogo.
Pero esa actitud de humildad choca con la soberbia de la borrachera de poder que aún los embriaga.
Pero ya viene la resaca.
Y dolores de cabeza.
De todo tipo.
Difícil, peligroso séptimo año de AMLO.
Como las lluvias, este movimiento dejará beneficios, como la aparición de nuevos liderazgos. Ya hay cuatro o cinco estudiantes que llaman la atención. Ojalá no sean reclutados por partidos políticos tradicionales. Necesitan una organización nueva, limpia, sin contaminar. En enero del año entrante se abren las puertas para la creación de nuevos partidos políticos.
Hay que abrir esa puerta.
Por la fuerza, si es necesario.
Pero mejor por la vía pacífica.
Para que los modernos activistas enseñen a sus antecesores el valor del diálogo.