Hoy, a 18 días de asumir el poder, objetivamente hablando, a la presidenta electa se le ve un tanto desdibujada y me pregunto qué hará falta para que pueda reinventarse. Qué se requerirá para que pueda imprimir su propio sello y el régimen que está por comenzar sea un periodo que luego se recuerde como positivo y no como continuación del que termina ni como intermedio del que vendrá después.
Qué se necesitará, además de tiempo, para que los legisladores de las bancadas de Morena en ambas cámaras, pero también los de la oposición, la volteen a ver con atención e interés y que el nuevo Poder Judicial que surja se relacione con ella (y ella con este) en ánimo de confianza pero a la vez en independencia y en un talante constructivo y de diálogo.
¡Tanto que resarcir y tantísimos puentes que tender con actores de todo tipo, igual dentro que fuera de Regeneración Nacional! En las esferas política, social, público, privada, nacional, internacional. Desde personajes como Marcelo Ebrard y Adán Augusto López hasta otros como Lilly Téllez o María Amparo Casar; académicos, científicos, docentes, periodistas, empresarios, comerciantes, burócratas…
Si me preguntan, considero que Claudia Sheinbaum tiene primeramente y de forma primordial dos grandes retos por delante. De estos se derivan muchos otros; casi todos los demás. El diálogo, el resarcimiento y la reconciliación nacional —ya lo establecí— es uno de ellos; propiciar una sana y vigorosa economía es el otro.
Y es en este segundo objetivo que la reforma al Poder Judicial vino a sacar chispas adicionales que ella ciertamente no buscaba ni quería. Está claro que desde el dos de junio Claudia Sheinbaum ha tenido que enfrentar una vorágine de eventos, los cuales no le han dejado mucho margen de maniobra. Para mí fue muy notorio el que en algún momento haya sugerido se diera más tiempo a debatir la reforma al Poder Judicial; algo, si no es que muchas cosas, le hicieron concluir que eso era necesario. Mas ello no ocurrió.
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El que el Estado de derecho, el orden constitucional y nuestro sistema político comience ahora a recorrer un largo camino de “reinvención”, le exigirán a Sheinbaum malabares y enfrentar retos extraordinarios. Con esta reforma, la propia 4t le determinó a Sheinbaum y al país la llegada de una debacle económica. Ni ella ni los mexicanos debemos minimizar o pasar desadvertido este hecho.
¡Si tan solo contáramos con los elementos para hacer frente a este terrible escenario! Pero no, todo lo contrario. Más allá de la continua devaluación del peso que inició tan pronto el presidente saliente anunció el apresuramiento de la reforma judicial, las arcas del país están vacías, la deuda de Pemex ha explotado y los programas sociales se han vuelto insostenibles por insaciables. La inflación no baja, la inversión extranjera está frenada y la violencia no cesa. Un despegue de sexenio con demasiadas minas que sortear.
Encima, la presidentA tendrá que ver la forma de articular, financiar y organizar, sí, una elección de 6 mil cargos para el Poder Judicial (el INE, desarticulado y a punto de la extinción, cortesía de la Cuarta Transformación, no podrá hacerse cargo de eso). Sin olvidar que deberá construir, coordinar, operar un nuevo Poder Judicial federal —ella como cabeza de los tres poderes de la Unión, pues ese es el diseño que construyó la 4t estos últimos seis años— para el que no se cuenta legislación secundaria (salvo lo que con la reforma se estableció ridículamente en la Constitución misma y que ahora ya pasó a ser intocable).
Y si bien la próxima mandataria presupone que con los fideicomisos del Poder Judicial se podrán pagar dichas elecciones, lo cierto es que no es así. Ese dinero, o se usa para liquidar a los profesionales de esa rama de Estado que dejen de trabajar o se utiliza para la reconstrucción después de desastres naturales (por cierto, ¿que no esos recursos estaban apalabrados ya para Acapulco?) o se usan para cubrir —y solo muy parcialmente— los costos asociados a la reforma judicial. Ante la falta de reglamentación necesaria, el quedarse sin muchos jueces a partir del 17 de este mes será una nueva incertidumbre y forma de ralentizar aún más la justicia (¡y por lo mismo a la economía!).
Aunque a la presidenta electa se le quiera hacer ver cómoda, en su medio, la realidad es que está ciertamente muy debilitada. Conocemos las causas: una montaña de obstáculos y dificultades, muchas de ellas sembradas por la misma 4t.
Los anglosajones tienen la expresión “lame duck” para describir a un gobierno saliente o que termina, mas eso es lo que hoy presenciamos con el que inicia.
A Claudia Sheinbaum, ¿le será fácil o difícil gobernar? Todo indica que más bien lo segundo; es realmente sombrío el panorama nacional. Pero por el bien de México esperemos sepa gestionar para salir avante y que además encuentre la manera de no crearse —y crearnos— sus nuevos y propios infiernos.