En solo unas semanas, el próximo secretario de Seguridad Pública federal, Omar García Harfuch, se verá obligado a enfrentar el desastre de un país corroído como nunca antes por la violencia, con un saldo histórico de 200 mil homicidios que serán la herencia del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, y con un avance territorial y político de las organizaciones criminales —en especial del Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación— que ha alcanzado niveles que nunca antes se habían visto en México.
Como parte de una estrategia integral en materia de seguridad del nuevo gobierno se ha incluido la supervisión, por parte de Claudia Sheinbaum, de los candidatos a convertirse en próximos secretarios de Seguridad de los gobernadores entrantes de Morena.
Según fuentes de seguridad, García Harfuch, como el funcionario de mayor confianza de Claudia Sheinbaum en ese rubro, está jugando un papel central.
Se filtró el día de ayer el nombre del funcionario que a propuesta de la gobernadora electa de Morelos, Margarita González Saravia, entraría en sustitución del vicealmirante retirado José Antonio Ortiz Guarneros.
Se trata de Miguel Ángel Urrutia Lozano, quien durante el sexenio que termina dirigió Plataforma México y entre otros puestos se desempeñó como titular de la Unidad de Análisis Estratégico y Vinculación de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, lo que puso en sus manos el mapa de operación de los grupos criminales en el país.
Como parte del fracaso de Cuauhtémoc Blanco, y de su secretario de seguridad, el vicealmirante retirado José Antonio Ortiz Guarneros, Morelos ha alcanzado también niveles históricos de violencia.
Blanco ha expresado: “Que sigan ladrando los perros… Me voy feliz con lo que logré”. Pero el pasado 25 de junio, con 15 ejecuciones en Yautepec, Puente de Ixtla y Jiutepec, su administración superó los 6 mil homicidios: el mismo número que dejaron, sumadas, las dos últimas administraciones: 2 mil 087 la Marco Adame y 3 mil 175 la de Graco Ramírez.
Los niveles de extorsión crecieron en más de 300% en relación con 2017. El secuestro y el secuestro exprés se dispararon. Más de 20 organizaciones criminales, grandes y medianas, han tomado posesión del estado.
Cadáveres mutilados aparecen a orilla de las carreteras con narcomensajes firmados por Los Rojos, Los Mayas, Los Tlacos, La Oficina, la Familia Morelense, el Cártel Jalisco, Los Linos, el Comando Tlahuica, La Familia Michoacana, la Unión Tepito, el Cártel del Noreste y Los Colombianos, así como por grupos llegados de Acapulco y Sinaloa.
El feminicidio, los asaltos y el robo de vehículos cunden sin freno.
Las muertes violentas crecieron 30% en el último año y el estado figura entre las entidades con mayor percepción de inseguridad: 87% de los habitantes viven con miedo en Morelos según la encuesta del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Solo el Edomex y Zacatecas superan esa cifra brutal.
Los homicidios han crecido 85.5% desde que llegó Cuauhtémoc Blanco. La tasa de homicidios es una de las más altas de México: 77 por cada 100 mil habitantes. En lo que va de 2024 se han cometido más de 750 asesinatos.
En los últimos dos años, más de 20 políticos, entre diputados, aspirantes, alcaldes, exalcaldes, regidores y directivos han sido asesinados.
La violencia ha llegado a tal punto que en el oriente del estado los periodistas que cubren temas de seguridad han llegado a suspender sus coberturas.
Cuautla y Huitzilac están en llamas, son zonas perdidas. Ante la ola de asaltos, y con un déficit de ocho mil policías, el vicealmirante Ortiz Guarneros llegó a recomendar a los turistas no detenerse “para nada” en las carreteras.
Sea lo que sea que hayan hecho Blanco, el comisionado estatal de seguridad y el gobierno federal, su estrategia en Morelos fracasó: el estado es uno de los frutos envenenados que recibirán Sheinbaum y García Harfuch.
Una olla de aceite hirviendo a solo unos minutos de la capital.